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INSTINTO

Esto tiene que acabar. Tenía que ser el último encuentro, tarde o temprano va a terminar conmigo.

Sólo podía pensar en todas las veces que me hacías hacerte lo que quisiera. Habías despertado en mí un instinto primario que me costaba reprimir en el día a día. Es demasiado tópico tener una aventura con la becaria, pero parecía que te habían puesto en mi camino para que liberase esa parte que había permanecido dormida hasta entonces.

La última vez fue el mejor sexo que había experimentado nunca y se nos había ido de las manos. No quería perder todo lo que había sacrificado para estar donde estoy. Me lo ponías muy difícil con esas ligas que sutilmente dejabas entrever al cruzar las piernas.

Esta vez nos encontramos en los vestuarios de la oficina, nada más entrar me tiraste de la corbata hacia ti y ya sabía que venía después, se nos da demasiado bien complacer al otro.

Días anteriores me sugeriste entre risas llevarte unas esposas, pero nunca pensé en usarlas allí contigo. Pensado en frío, no era el mejor lugar, pero no puse objeción cuando me las ofreciste con esa expresión de «hazlo». En cuanto la palabra «Espósame» salió de tu boca, supe que no habría vuelta atrás.

Empecé a desnudarte rápidamente hasta llegar a un pequeño banco que había en medio de la habitación. Te pusiste de rodillas y pasé por detrás tuya…

Mientras te ponía las esposas, no paraba de pensar en por qué no habíamos hecho esto antes. Me obsesiona la idea de verte ahí sin poder moverte, obstruyendo cada movimiento y ofreciéndote a todos mis impulsos. Eso era lo que más me gustaba de ti.

De frente, te agarré del pelo y empecé a meterte la lengua en la boca, mientras gemías, estabas tan excitada que llegué a pensar que te irías en aquel momento.

Pero sólo acabamos de empezar…

Pasé mis dedos por tu cuello hasta llegar a tus pezones, estaban puntiagudos y firmes, rocé levemente los dedos y te sobresaltaste, pellizqué y directamente bajé hasta tus muslos, los tenías cerrados por la postura, los abrí con brusquedad y…¡Menuda sorpresa! ya estabas mojada. Caía un pequeño hilo transparente hacia el cuero del sillón.

Mientras te agarraba del cuello, te metía más y más profundo mis dedos. Con cada entrada y salida, incluía un festival de gemidos y fluidos que no pararon hasta que te los metí en la boca, te encantaba probarte llegados a este punto.

Desabroché mi cremallera y salió mi miembro, alargaste el cuello y sentí que el cuerpo se me iba hacia atrás, pero me agarré fuerte a tu pelo y marcamos el ritmo al instante.

Al terminar en tu boca te desaté entre sonrisas y miradas de complicidad. Había sido un encuentro rápido, ya que podrían habernos pillado en cualquier momento.

Te dije que esto tenía que terminar aquí, pero me miraste y ambos supimos que no íbamos a poder cumplirlo.

 

Texto: Shaiury
Ilustración: Sergio Bleda 

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