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FUSTAS, LÁTIGOS Y CADENAS

Fustas, látigos y cadenas… Eso es lo que te enseñan, pero no lo que realmente es. Qué equivocada e ignorante puede ser una sociedad prácticamente entera cuando le teme a algo o se sale de lo convencional…

La primera vez que me dijo mi socio/fotógrafo que íbamos a practicar el BDSM en las sesiones para poder acceder a todos los campos de la erótica, aluciné. Me es casi imposible poder describir el remolino de sensaciones que recorrieron mi cuerpo en aquel momento: la incertidumbre, los nervios, la curiosidad, la fascinación por lo desconocido y en cierta forma la incomodidad, pero nunca hubo temor.

Me tiré al vacío con plena confianza y lo que encontré fue todo lo contrario de lo que pensaba o podía llegar a imaginar… Un mundo completamente nuevo, repleto de sensaciones nuevas, de éxtasis, tan erótico… Repleto de posibilidades… Un mundo sin tabúes y sin complejos, una forma de vida completamente diferente a la que conocía.

Desde la primera vez que leí y me informé de verdad sobre ello y cuando lo probé en mis sesiones fotográficas, me convertí en una persona altamente adictiva. La adicción tan perturbadora a esas sensaciones, el anhelo en tu piel de volver a sentirlo, de querer y necesitar más… Ese frenesí en el momento de cada acto… Lo necesité incluso antes de practicarlo en mis relaciones íntimas… Rechacé a innumerables hombres porque sabía que no me podrían dar lo que necesitaba.

Siempre que hacía una sesión fotográfica intentaba aplicar algo de BDSM, aunque luego me quedara yo con mis imágenes o sólo las utilizara para mis plataformas privadas.

Me es difícil poder explicar las sensaciones que vivo cada vez que hago una sesión o que lo empleo en mi intimidad… Los hormigueos en mi piel al notar las cadenas, mi corazón errático, pero a la vez tranquilo y confiado, el calor…

Es difícil no traspasar la línea, sobre todo en mi trabajo cuando esas herramientas me producen hiper ventilación, cuando has de contener un gruñido, un gemido… No por lo que me hacen, ya que en ningún momento me tocan sexualmente ni más de lo debido, por no decir que realmente no pueden tocarme a no ser que sea una sesión con un compañero, pero aún así… sólo el mero hecho de estar inmovilizada, de sentir una mano en mi cuello… Este simple gesto provoca el éxtasis en mi piel…

Por eso, en mis sesiones de contenido BDSM, a la vez de ser prácticamente simulado, son las más reales que practico, ya que mis sensaciones son verídicas y mis gestos también, todo menos la excitación…

En mi primer artículo expliqué que para mí son completamente diferente las prácticas BDSM en el trabajo y en mi vida personal. En mi trabajo siento placer… el placer que os he explicado e incluso la impotencia de no recibir consuelo después del breve placer que he sentido. Pero, en mi vida personal, este placer se magnifica… La atracción que siento por mi pareja, las ansias que son mil veces mayores a las que tengo en mi trabajo, los nervios, los cosquilleos en mi piel porque sé que, al contrario de en mis sesiones, ahí sí que pasaré al siguiente nivel… La pasión, el deseo, el juego… Es algo que nunca pensé que iba a sentir…

La fotografía fue mi puente, mi salvavidas, y el BDSM mi nuevo comienzo, fue el que me enseñó mi verdadero yo.

 

 

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