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Ball Busting. El arte de golpear los testículos II.

Después de mi primera experiencia con el “ball busting”, cada vez que charlaba con mi amiga por icq no hablábamos de otra cosa que de nuestra reciente experiencia.

Me contó que la noche de nuestro encuentro, ya en su casa al irse a dormir, su marido comenzó un acercamiento con vista clara a tener una relación sexual. Ella, que seguía muy caliente, respondió al instante y tuvo un orgasmo antes que él, lo cual era inusual. Así que, antes de que su marido se viniera, tomó sus testículos y los apretó de tal forma, que perdió la erección casi al instante.

– ¿Por qué hiciste eso? Le preguntó extrañado.

– Pensé que te gustaría. Le contestó.

Se dio cuenta de que con su marido no iba a cambiar el modo de hacer el amor y pronto volvieron a su rutina de siempre, pero  no le importó, porque tenía conmigo la oportunidad de realizar su nueva afición.

Nos encontramos dos semanas después, el mismo hotel, mismos antifaces.

– ¡Hola! Nos saludamos como si nos viéramos todos los días.

– ¿Un tequila para prender el ánimo?. -¡Claro! Respondió.

Esta vez traía unos pantaloncitos cortos y una blusa holgada, que le escondía sus deliciosos senos-

– ¿Sabes? No tengo por qué volver a casa a ¡hasta mañana!. Me dijo.

– Eso es genial, pasaremos la noche aquí y podemos pedir de cenar.

Al igual que la vez anterior, comenzamos tomando algunos vasos de tequila y estuvimos charlando treinta o cuarenta minutos hasta que me dijo:

Foto: Mistress Johana

Foto: Mistress Johana

– ¿Listo para otra sesión? – Por supuesto, contesté.

– Bueno, pues ponte cómodo. ¿Sabes? me voy a quitar esta máscara, que me tiene harta.

– Lo mismo dijo. Respondí.  Nos quitamos los antifaces al mismo tiempo y quedamos mirándonos por un buen rato.

– ¡Vaya! Le dije. – No sabía que eras tan bonita.

– Gracias. Contestó. – Tu no estas nada mal tampoco. – Gracias por el cumplido.

Me desnudé en unos segundos y ella hizo lo mismo hasta quedar en brassier y panties. ¡Qué vista tan increíble tenía ante mi! ¡Todas esta noches que me estuve masturbando con el recuerdo de ese par de senos, ahora enmarcados por un sostén de encaje negro y esas caderas que ahora idolatraba no eran nada comparado con la realidad!

– ¿Te gusta?. Me preguntó.

– ¡Por supuesto! ¡Estás preciosa esta noche!.

No era necesario que le dijera el gusto que me daba verla, ¡traía una erección brutal! Mi pene apuntaba hacia el frente, como queriendo llegar a ella. Estábamos parados uno enfrente del otro. Me tomó de las manos, subió su pie derecho hasta mi entrepierna y comenzó a frotar su empeine contra mis genitales.

– ¡Ahh! ¡esto es delicioso!

– Espera a lo que viene. ¡Esto se va a poner mejor!. Me dijo.

A continuación, comenzó a patearme los testículos de una forma suave, continua y alternaba cinco o seis pataditas con el masaje a mis testículos.

– ¡Esto es maravilloso!. – Exclamé. – ¿Dónde descubriste esto? ¿Con tu marido?

– Por supuesto que no.   – Respondió. – No le gusta que hagamos nada nuevo más que sus sesiones de sexo de cinco minutos antes de dormir. – Se quejó. – ¡Esto lo aprendí por Internet! He estado bajando vídeos e imágenes y leyendo relatos de gente que practica el ball busting.

– Pues te felicito.- Respondí. – Eres una maestra.

Me había distraído un poco con sus palabras y como tenía los ojos cerrados en ese momento no me dí cuenta cuando bajó su pierna derecha, tomó impulso y proyectó toda su pierna contra mis indefensos testículos. – Arhg!- El golpe me dio de lleno. En un acto reflejo, cerré mis rodillas y puse mis manos sobre mis genitales pero deseaba más. El dolor que subía desde mi entrepierna, que me causaba un gran placer, solo aumentaba mis ganas de masturbarme en ese momento. La punta de mi pene estaba cada vez más excitada. Sentía venir un gran orgasmo a cada segundo.

– Acuéstate boca arriba y abre las piernas. – Ordenó.

Aunque el dolor era delicioso no podía quitar mis propias manos de mis genitales.

– Cierra los ojos. – Ordenó. – ¿Qué vas a hacer?. – Pregunté.

– Qué. ¿Tienes miedo? – Bueno, la verdad un poco.

– ¿Quieres que  me detenga? – ¿Te has vuelto loca? ¡Esto es la gloria!

Cerré los ojos y esperé lo que tuviera que venir… ¡y no era otra cosa que sus labios acariciando mi pene!

– ¡Ahhh! Siento que voy al cielo… Comenzó a darme una de las mejores mamadas que he recibido en mi vida.

– No todo es castigo para mi amiguito. – Dijo. De repente se detuvo y esperé lo inevitable. – ¡Arhg! la patada llegó fuerte. ¡Esta mujer si que estaba agarrando práctica! ¡Y a costa de mis pobres huevos! Al recibir el golpe abrí los ojos y lo que vi, me hizo olvidarme del dolor. ¡Estaba completamente desnuda y se disponía a darme otra mamada! Esta vez pasó su lengua por mis doloridos testículos.

¡Era el mejor método de curación jamás inventado! – Bueno ahora tendrás que pagarme por lo que te estoy haciendo gozar… Dijo. Y dicho esto, se volteó y estiró sus piernas, quedando su sexo en mi boca. El olor de sus jugos era delicioso. Mi boca y lengua se pusieron a tragar de inmediato. – ¡Ahhh!. Ahora era ella la que gemía. ¡Sigue! ¡No pares! Ordenó de nuevo.

Ella tomó mis testículos entre sus manos y comenzó a jugar con ellos. Su orgasmo me tomó desprevenido y apretó mis huevos con fuerza. -¡Ahhh! ¡Hace mucho que no tenía un orgasmo así! Confesó mientras trataba de recuperar el aliento. Tenía entre mis manos ese par de caderas y esas nalgas divinas y no podía dejar de morder, lamer sin parar. ¡No descansó un segundo!

Foto: Mistress Johana

Foto: Mistress Johana

Volvió a su posición original y se puso a trabajar en mi miembro con el mismo ánimo de antes. Sentía que subía al cielo de placer cuando de repente comenzó a dar palmadas con una sola mano en mis huevos alternando con sus labios en mi pene. De repente, con su puño cerrado soltó un puñetazo que dio directo, no muy fuerte, pero lo suficiente para sentir un delicioso dolor. – Uauu… esto si que es genial. – ¡Y viene lo mejor! Contestó.

Siguió alternando una magistral mamada, se detenía uno o dos segundos antes de venirme, un par de golpes, y volvía con su boca. Esto se estaba volviendo en una tortura celestial. – ¿Preparado? Dijo. Y casi sin darme cuenta, ¡se sentó en mi y en un solo movimiento ya estaba dentro de ella! – ¡Esto si que es gloria!.

Tenía frente a mi ese par de senos que a pesar de ser grandes desafiaban a la gravedad con mucho orgullo y mis manos se fueron automáticamente a ellos.

Después de tanto placer no pude aguantar mucho y me vine en un largo orgasmo que recordaré durante mucho tiempo. Nos quedamos tendidos y exhaustos un buen rato y nos subimos a la cama a dormir un par de horas, después dimos cuenta de una gran cena y nos metimos a bañar juntos. Dentro de la ducha el placer comenzó de nuevo.

Autor: Víctor. (Lector habitual de Tacones Altos)

Fotografía: Mistress Johana.

 

 

 

 

 

 

 

 

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