UNA AMA DE CASA CRUEL

Sonó el teléfono, era Ángela. No nos conocíamos personalmente aunque había hablado muchas veces por teléfono con ella. Muchas veces me paraba a pensar cómo sería en persona, solo sabía que era mayor que yo y que era una mujer madura, pero no sabía su edad. También conocía alguno de sus gustos, y que era una mujer sencilla a la que le gustaba dominar y humillar, pero no imaginaba hasta qué extremo.
Por fin íbamos a conocernos, me dio una dirección que era la de su casa, me dijo u a hora, y allí estuve puntual, llamé al timbre y me abrió la puerta una mujer madura de unos 45 años, ancha de caderas y brazos, estaba algo obesa y fuerte, iba vestida una bata fina y con unas sandalias de tacón. Mi primera impresión no fue muy buena, quizás la esperaba de otra forma. No estaba muy impresionado, pero con el tiempo incluso me enamoré de ella.
Me dijo que pasara, desde un principio dejó claro que ella mandaría sobre mi, y estaría bajo su completo control, me preguntó si tenía algo que decir, porque sería mi única oportunidad, me dijo que no le hablara sin su permiso o sería duramente castigado. Yo no dije nada, estaba algo asustado, era una mujer fuerte, seria y muy dominante, y más adelante averigüé que también muy cruel, ella dijo que a partir de ahora estaba a su servicio.
Me ordenó que me desnudara, y me pusiera de rodillas ante ella, así lo hice, ella me examinó de arriba abajo y mientras, se quitó la bata y se quedó con un body negro que la marcaba más su cuerpo fuerte y algo obeso. Yo la miré, y de pronto recibí un fuerte bofetón, me dijo que era la última vez que la miraba sin su permiso, con un fuerte tirón de pelo me agachó la cabeza y empecé a darme cuenta que era una mujer muy estricta y severa. Sentía el ruido de sus tacones alejándose y de nuevo volver, me cogió las manos y me las puso en la espalda, con una tela fina me las ató con fuerza, y encima de esa tela fina siguió atándomelas con una cuerda. Me había atado con fuerza, la tela y la cuerda mordían mis muñecas, sentía una presión en mis muñecas, no lo intenté pero hubiera sido imposible desatarme. Después hizo lo mismo con los pies, me los ató con fuerza. Ahora estaba bajo su control, con un tirón de pelo me levantó la cabeza hacia ella, y me dijo que no quería escuchar ni una sola queja.
Yo estaba algo asustado, me gustaba la situación a la que me estaba sometiendo, pero reconozco que tenía algo de miedo, y ese pequeño miedo aumentó cuando mi nueva Ama me abofeteó con algo suave que pude ver que eran unos guantes de goma, y acto seguido comenzó a ponérselos, se los ajustó bien, eran unos guantes de goma amarillos y usados por el color que tenían, y luego pude ver que olían un poco mal, sin duda era una forma de humillarme, ella empezó a tocarme con sus manos, y me introdujo dos dedos en la boca, me dio algo de repugnancia y aparté la cara, algo que no debí hacer, porque se enfadó, con un tono serio me dijo que cualquier cosa que hiciera o tuviera mi Ama la debía adorar, con un fuerte tirón de pelo me preguntó si lo había entendido, y en tono burlón me pregunto me preguntó si me gustaban sus guantes, respondí que sí…
– Uff si que estás caliente, pero me he dejado llevar y fíjate cómo te he dejado el pompis. Ánda, levántate y no te muevas.
Se fue al baño y volvió con una crema que me extendió por todo el trasero. Al final me dio un beso en los labios, y susurrándome al oído antes de marcharse me dijo:
– Cuando te portes mal me vas a avisar para que te de tu merecido castigo, y cuando te portes bien te recompensaré de otra manera, ¿lo has entendido?
Yo asentí con la cabeza, y vi como la puerta de mi casa se cerraba tras ella, estaba solo en el salón, sin pantalones y con el culo bien calentito…
Autor: Carta de un lector remitida a la Revista Tacones Altos.
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