UN SIN VIVIR VII

CAPÍTULO 7: Tormentas
Hacia las tres de la mañana Agnes se despertó acalorada, sudorosa, angustiada. La pesadilla que acababa de sufrir había sido horrible. Poco se lo hubiera imaginado horas antes, y se dedicó como cada noche a su meditación antes de dormir y a aplicarse hidratantes en el cuerpo y cara. Lo que forma parte de sus hábitos de salud. No le quedó otro remedio, que mentalizarse para la tormenta en el exterior que prometía aterrorizarla, arreciaba. Truenos y relámpagos se maridaban perfectamente con la copiosa y ruidosa lluvia, la cual le recordaba cuando de niña y sola, miraba por la ventana, atemorizada por la luz cegadora de los relámpagos, y por alguna causa le hicieron sentirse desvalida. Se dirigió entonces al cuarto de baño. Se bajó las bragas y miccionó. Se observó en el espejo, el camisón corto le quedaba perfecto, era de un color lavanda tenue. Se sintió bella. Entonces y mientras miccionaba le vinieron a su mente varios de sus sumisos. A los cuales les gusta recibir en cualquier parte de su cuerpo ese delicioso néctar que Ella estaba eliminando de su cuerpo, justo ahora y por el cual alguno rogaría encantado, incluso bebería deleitándose, aquel dulce y tibio líquido y más tarde cuando lo hubiera engullido todo, le agradecería feliz a su Dueña aquel maravilloso regalo. Unos minutos después, en medio de sus pensamientos y posterior al indeseado trance onírico, sonrió levemente. Regresó a la cama, dispuesta a reintegrarse al descanso. Previamente, pasó por la cocina. La boca se le había quedado seca.
A la misma hora y a ocho mil kilómetros de la capital mexicana, Luis también precisó dirigirse a la cocina. Seguía sin poder concentrarse en el trabajo. Demasiados acontecimientos las últimas horas. La dueña de la empresa le había dejado bien claro que su futuro estaba en situación de cambiar, completamente, como si hubiera adivinado que precisamente él, es lo que justo ahora deseaba. Lo había recibido en su despacho, sin la presencia de su esposo, el teórico consejero delegado de la empresa. Su primer comentario, fue muy escueto: “me he cansado de ti, en la cama”. Comprendió que lo dejaba libre y que probablemente ya había decidido cubrir sus necesidades sexuales con otro más joven y apuesto. Algo parecido había ocurrido tres meses antes, cuando él sustituyó al anterior amante de la dueña de la empresa. “Por tanto, procura con tus resultados de ventas que no me canse también de ti como profesional para esta empresa”. Aquella determinación le hizo pensar durante las horas siguientes teniéndole todavía atenazado, que el destino jugaba a favor de aquella “quizá” absurda decisión de marchar a México y ponerse en manos de Dómina Agnes, para lo que Ella deseara, pues se sentía dispuesto a todo. Y venía sintiendo que lo que pensaba se le hacía un vuelco en el estómago. Por momentos aparecieran dudas con respecto a él pero sobre todo con respecto a Ella. ¿Lo aceptaría así, sin más? ¿Y sus otros compromisos? ¿Cómo los manejaría y lo haría con él? Por ejemplo, los familiares o el plantearse disponer de un esclavo 24/7 que prácticamente era un desconocido. Se tomó un vaso de leche, caliente, para intentar reconfortarse antes de partir al trabajo y relajarse aunque fuera por unas horas de tan angustiantes disquisiciones.
Cuando regresó a la enorme cama, que parecía dispuesta a albergar más que un solo huésped, de hecho hasta tres podían dormir sin molestarse, a Agnes le vino a la mente aquel catalán. Se preguntaba si de verdad era de Barna o sólo le había tocado vivir y trabajar en la ciudad de las ramblas. Que viviera en Barcelona no era óbice para que lo fuera y aun así, en cuanto lo aceptara ya no tendría más patria que la que Ella decidiera para él. Entonces se centró en el meollo del asunto. Disponer de un esclavo fiel en aquellos momentos, a los pies de su cama, le pareció una buena idea. De haber estado ahora, la habría calmado, abrazado, ayudado a recomponerse tras aquella pesadilla y la espantosa tormenta. Puede que incluso le permitiera lamerla, darle placer con la lengua, en realidad como todo él, propiedad exclusiva suya. Pero, ¿realmente Ella necesita que alguien ejerza ese papel? Se respondió de inmediato le vino a la mente su anterior “relación” ¿no un esclavo, sino una verdadera pareja de juego o compañero de vida?”, quizá. No obstante siguió pensando que disponer de un servidor aplicado y diligente sería una buena solución. Tenerlo cerca y dispuesto para resolver los asuntos logísticos, de intendencia, los domésticos, que ahora reparte entre varias de sus criaturas. Tan sólo cabría organizar debidamente sus funciones de forma que no se pudiera sospechar del papel que realmente tenía asignado, un criado que le haría más llevadera la vida y además de complacerla, le satisfaciera en todos los sentidos. ¿Se avendría un aspirante a exclavo de vida convencional a pasar por un mayordomo y chofer? Podía significar cierto riesgo, cualquier inconveniencia por su parte…, arriesgando incluso el mismo collar. Ella de Dueña absoluta, él de esclavo total. Sería un juego complejo y por tanto quizá inefectivo y lleno de vicisitudes. De entre todos los que le pertenecen, se había fijado en ese último, que todavía no se podía denominar de su total propiedad por supuesto, el resto, demasiado vinculados al BDSM comercial y popular. Por tanto poco proclives a adaptarse a un nuevo rol sin olvidar el verdadero. De todos modos podía plantearse domesticarlos… claro, si Ella accediera a adoptar a cualquiera de ellos, pero si éste y de inicio se avenía a ese doble papel, pues…
En el exterior, la tormenta persistía. A pesar de sus años todavía seguía temiéndolas.
Luis entretanto, seguía inmerso en un mar de dudas. Su nueva situación en la empresa, -no teniendo que servir sexualmente a la dueña-, mejoraba, ya que únicamente tendría que preocuparse de cumplir con los objetivos comerciales y olvidarse definitivamente de que ella alcanzara esos ruidosos orgasmos con los que significa bien a las claras, sentirse realizada, o eso le había hecho creer en los momentos de pasión.
Entonces y mientras apuraba el vaso de leche, necesitó tocarse los pezones, suavemente, para provocarse una erección que le trasportara a lo vivido varios días antes. No le costó demasiado y allí, en pie, apareció la imagen de su deseada Dómina Agnes exultante, seductora, inmensa como mujer, de una personalidad que lo invadía todo apenas aparecía o incluso hablara… hacía voltear las miradas en búsqueda de ésa voz tan profunda, tan… Su? Se sorprendió por el adjetivo que le daba su necesitado cuerpo a esa mujer inquietante. No necesitó mucho para correrse manchando sin miramientos el suelo de la cocina, incluso una de las expulsiones llegó hasta el mármol y el microondas. luis se puso en cuatro y se arrastro como si Ella estuviera presente, para limpiar (lamer) esas atrevidas gotas. Se quedó congelada en su mente la imagen esplendorosa de la mujer que le había provocado aquel placer, aunque en absoluto tan intenso como el obtenido cuando dejó libremente su cuerpo en manos de Ella y su esclava, pero sobre todo de Ella, de su firme y autoritaria voz. Con sólo palabras y órdenes había inundado su imaginación logrando que sus fantasías más recónditas emergieran para ser vividas y experimentadas. “Pero no creas que te permitirá satisfacerte a tu libre antojo”, se escuchó entonces manifestándose. A continuación, su misma respuesta: “pero sólo esperarlo, ya sea en forma de órdenes o de imposiciones, sin duda sería el mejor placer que podría gozar”.
Le vino entonces a la cabeza y tras sentarse en el sofá, que quizá a aquella necesidad de vasallaje lo había aleccionado y acostumbrado la dueña de la empresa, formándolo para que una más poderosa, para que una verdadera mujer y Dómina se sirviera de ese intenso aprendizaje de tres meses. Sonrió, percibiendo que de nuevo su sexo le demandaba placer. No lograba entender como esa Mujer morena podía, sin tocarlo ponerlo tan duro y anhelante. Para satisfacerse, tenía la llave perfecta, rememorar lo que había sido su breve experiencia con Ella. Desde entonces empezó a soñar con que pudiera repetirse, en la forma que Ella decidiera, pues ese deseo de entregarse era lo que en realidad provocaba que su pene se erigiera suplicante.
“Si vuelve a llamarme, se lo propondré”. Pensaba Agnes, para sus adentros. Un fin de semana de encierro, de entrenamiento, de interno, para que pueda comprobar si era capaz de soportar la fusta necesaria para servir como nadie lo ha hecho hasta ahora. Le daré una oportunidad para convertirse en mi esclavo personal y si acaso no es el adecuado, podré hacerle entrever qué, lo podría llegar a ser. A fin de cuentas, él es el esclavo y él es el que habría de demostrarlo. Espero que le guste todo lo que a mí me causa placer y que cuando decida regalarle mi néctar dorado, no aparte su boca. Procuraré que no se ahogue, sonreía perversa.
Agnes se durmió acompañada de los truenos y relámpagos que no cesaban.
A Luis en cambio, se le pegaron los ojos durante casi media hora gracias a las ensoñaciones de su futuro en forma de Dómina. Mal empezaba pues, tras convertirse en un empleado más sin posibilidad de contrarrestar con su capacidad sexual, sus errores o déficits o como en este caso, su retraso.
-Agnes, recibió un msj de vineeth su esclavo indú, que le avisaba que llegaba a México de nuevo para cumplir un contrato por segunda vez en Guanajuato. Agnes, sonreía al recordar a ése dulce esclavo. Obediente y entregado a Ella desde el primer instante en que lo conoció y aceptó. Este la había contactado al conocerla por el blog, pidiéndole una oportunidad para servirle. El chico de 28 años era atractivo y tenía esa característica fisonomía indú, no hablaba nada de español, así que se comunicaban en inglés y con un traductor. El muchacho había solicitado y ofrecido a Ella que le aceptara cenar en el Hilton de Ciudad de México, Hotel al que él llegaría antes de trasladarse a Guanajuato. Ella no denegó la invitación. Se encontraron y cenaron en un ambiente cálido, intercambiando deseos y acuerdos. Al terminar la velada, el educado esclavo pagó un taxi para que la llevara a su casa, pues debía de viajar en unas horas al bajío para presentarse en la empresa que le había contratado en Kerala India, su tierra natal. No sin ofrecerle y con previa autorización de Ella por supuesto, de aceptarle e invitarla a encontrarse en un par de días en León Guanajuato, aprovechando el puente de la Independencia. Que ambos tendrían por parte del trabajo, dado que era una celebración cívica muy importante en México.
-Agnes, había olvidado tales festividades patrióticas y se dijo así misma: Claro, ¿porqué no? Le avisó por mensaje al chico, que aceptaría la invitación para verse y pasar el fin de semana juntos. Le ordenó que él se encargara de todo y que sólo le llamara para indicarle: transporte, el día y la hora en que podía trasladarse. vineeth de inmediato le respondió jubiloso, al tiempo que le preguntaba en qué transporte deseaba viajar ya que él no conocía en absoluto de distancias y transportes del país. Agnes, le indicó que no deseaba viajar en avión, el trayecto hacía ése estado de la República no era tan largo y le era familiar a Ella, lo cual le traía buenos recuerdos, deseaba viajar con calma deleitándose con el camino y sus hermosos sembradíos. Y desde luego con su inseparable e incondicional acompañante: la música. Un par de horas después el chico le enviaba todos los datos; hora de salida desde Distrito Federal, la línea de transporte era exclusiva y lujosa. Agnes, al colgar, hizo venir a pollett a su habitación, para indicarle que saldría a pasar el fin de semana con un nuevo esclavo. Le ordenó hacer su equipaje y el kit de Dominación que utilizaría. Fusta, pinzas, cane, pinwheel* (juguete bdsm para probar las reacciones nerviosas), cadena de castigo, un collar, su mosquetón favorito para encadenar, guantes de látex, liga de látex para mortificación, esposas de acero y su paleta favorita, un padle de madera de palo de rosa que había mandado hacer para sus sesiones de spank, un kit de primeros auxilios e higiene, pero sobre la navaja de afeitar esterilizada, la usaba para afeitar sin aviso previo, al sumiso novato de turno. Disfrutaba tanto verles la cara apenas Ella mostraba la navaja al tiempo que ordenaba se desnudaran.
– pollett al día siguiente a primera hora la llevó a la terminal, maravillándose del panorámico y lujoso autobús de dos pisos en el que viajaría su Dueña y lamentando no poder acompañarla. Agnes, disfruto el viaje sin lugar a dudas, aunque sabía que lamentaría el estar sentada muchas horas por muy cómoda que fuera, sus cervicales le pasarían la factura. En el trayecto vineeth estuvo al tanto de Ella, mediante msjs por el movil, expresándole que estaba esperándole ilusionado, preguntándole que deseaba comer al llegar. Agnes, estaba complacida del servilismo y atención del joven vasallo, lo fácil que estaba siendo para Ella sin necesidad de estar dando ordenes a diestra y siniestra, se sintió relajada por primera vez en mucho tiempo. Arribó y lo primero que vio fue al indú postrado en primera fila esperándole. Agnes, le acerco sus manos, las cuales el espabilado muchacho beso con reverente dulzura. Subieron al taxi que los llevaría al Hotel que quedaba en el primer plano de la Ciudad. Ella hizo una mueca al subir, lo cual no pasó desapercibido para el esclavo, Ella comentó su malestar cervical. En un inglés británico el chico le expresaba que no se preocupara porque la cuidaría, tomándola de la mano y posando sus morenísimos labios con sublime reverencia. Agnes, sonrió. Llegaron al Hotel y él chico hizo el registro. Agnes ayudó un poco en la traducción, ya que la recepcionista no hablaba ni pizca de inglés. Subieron, y en el ascensor Agnes observaba a vineeth, que se comportaba como si fuera un esclavo de años a lado de Ella, atento a todo y a la menor indicación de Ella, actuaba de inmediato. Ella estaba azorada de semejante entrega, nunca en todos sus años de ser Ama, había sido atendida con tan puntuales acciones. Se felicitó de su buen ojo para elegir esclavos. Y sobre todo sin el básico y común idioma. El fin de semana prometía y mucho. Pero su instinto le decía que no se fiara del todo, porque los sumisos siempre daban “sorpresas” a la hora de sesionar. Al entrar en la habitación y dejar el equipaje, Agnes, se descalzó y el afanado esclavo se postro de rodillas ante Ella para ocuparse de sus pies cansados por el calzado. Agnes, asombrada por el arrojo del chico y sin haberle ordenado apenas nada ya estaba en su papel y ante la actitud del joven muchacho le escuchó decir en un firme y reverenciado inglés: “Mi Señora, permítame hacerme cargo, Usted no debe molestarse en nada, yo estoy para servirla y agraciarla”. Y fue que encontró un inmediato placer en tan suaves y diestras manos, que masajeaban, lamían y succionaban cada centímetro de los dedos de sus cuidados pies.
Autora: Ðomme An~Liman†our.
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