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UN SIN VIVIR V

CAPÍTULO 5: Y la vida continúa

La vida continúa y Agnes sabía muy bien de ello,  no pasaron ni unas horas que olvidó por completo aquel atractivo ejecutivo que se había cruzado en su lectura. La cena tampoco había sido relevante, demasiado silencio por parte de dos de los comensales y el protagonismo que había usurpado Phillip, poco motivador. No fue hasta después de cuatro días y varias sesiones con algunos de sus habituales esclavos, -término, que Ella gusta de emplear para mencionar a todas las criaturas que le rondan, aunque únicamente los considerara sumisos-, que recibió una inesperada llamada.

-Sí.

-Buenas tardes. ¿Dómina Agnes?

-Soy yo. ¿Quién habla?

-Soy Luis.

-¿Luis? ¿Qué Luis?

-Estuve en sus manos hará unos cuatro días. En su mazmorra.

-No te recuerdo. Dime, ¿cómo eres? Ella, obvio que fingia para fastidiarlo.

A pesar de sentirse decepcionado, procuró no evidenciarlo. Creía haber dejado una cierta huella en la memoria de Agnes.

-Soy, tengo, cuarenta años. Usted, estaba leyendo en, una terraza. Su cafetería.

Se le apreciaba su nerviosismo. Lo habitual cuando se dirigen a Dómina Agnes.

-Ah sí, ahora te recuerdo.

La hizo sonreír, todavía mantenía como cierta, aquella confusión.

-Gracias Señora.

-Y dime, ¿Qué tal fue el viaje de regreso?

-Verá, no he dejado de pensar, en Usted, y en la sesión.

-¿Te gustó?

-Mucho Señora.

-Me alegro.

Agnes se detuvo, para darle cancha a aquel sumiso que la había invitado a cenar. Lo recordó como educado, correcto en todo momento, aunque un poco aburrido.

-He leído su blog.

-¿Y qué te ha parecido?

-Usted, magnífica.

-Gracias.

-Perdone Señora. ¿La molesto?

-En absoluto, si así fuera, ya te lo hubiera dicho. Pero cuéntame, ¿qué es de tu vida? ¿bien el regreso?

-Con mucha nostalgia. De Usted.

A Agnes le gustó aquella declaración, parecía sincera. No obstante procuró no evidenciarlo. No era la primera ni sería la última vez que un sumiso neófito se sentía atraído o manifestaba estarlo. Puede que en cuanto colgara, se masturbara, rememorando su voz. Recreándose en las fotografías y escritos de su blog, pensaba Ella para sus adentros. ¡Bah! Ya dejará de sentirse tan nostálgico.

-Y ¿entonces?

-Estoy contemplando regresar a México.

-Perfecto, pues ya me llamarás.

Recordó entonces Agnes que el tributo que le había librado aquel sumiso había sido considerable. Sirvió para  una de las nobles causas que ella gustaba de regalar. Quizá valía la pena incentivarlo. Así que le expreso:

-¿Y cuándo crees que podrás volver a visitarme?

-¿Usted recibe en fin de semana?

-Depende.

-…

-Sí, depende de que no tenga compromisos familiares y también del sumiso en cuestión.

-¿Y yo, qué le parezco?

Agnes debía ser precisa, ni ensalzarlo en demasía ni señalar indiferencia, es la consideración que más negativamente puede influir en un sumiso.

-Estuviste correcto. También con mi esclava.

-¿Te gustó Pollett? –era sin duda una pregunta con aires de cinismo.

-Me gustó Usted Señora.

A Agnes le agradó la respuesta. Sonrió, imperceptiblemente. Aunque hubiera estado presente, Luis no habría sido capaz de constatarlo. No esperó a que Ella dijera nada.

-¿Podría ser este próximo fin de semana?

-Lo siento Luis. Ya tengo compromisos adquiridos para éste fin de semana, ya te lo he dicho. –No pensó Agnes en que aquel candidato tenía tanta prisa que estaba dispuesto a realizar un viaje tan largo y de forma tan inmediata.

-¿Y el próximo?

-No sé. Llámame hacia el jueves. Por cierto, estuviste muy detallista con la cena. ¿Eres siempre tan esmerado?

-Lo cierto es que no, pero necesitaba obsequiarla de algún modo, se me ocurrió lo de la cena un poco egoístamente. Para poder gozar de su presencia un poco más.

A Agnes le dio la impresión que a medida que conversaban, aquel sumiso se iba soltando.

-¿Estás casado?

-Lo estuve Señora.

-¿Y ahora?, ¿tienes pareja?

-No, Señora.

-Me gusta saber con quien comparto mi tiempo, no deseo tampoco ser inapropiada.

-En absoluto Señora, puede preguntarme lo que le apetezca.

-Pues entonces, dime Luis, ¿qué esperas de ésta digamos, especial relación?

El silencio se apoderó del diálogo. Luis temía errar en su contestación.

-¿La lengua se te ha ido de paseo nene? Le espetó Ella.

-No Señora, pero no quisiera equivocarme o confundirla.

-Tú sé sincero, siempre. La verdad por delante y la prefiero en mis esclavos. Si mis preguntas incomodan me lo dices y no pasa nada, aunque también tendrás que acostumbrarte, yo no me ando por las ramas cariño.

Luis, logró contener el salto en el estómago que provocó ese “cariño” seguido de una dureza entre las piernas claro.

Respondió sobreponiéndose: -En absoluto. Me ha gustado que lo hiciera. Y…..

-Dime esclavito. No te reprimas.

-Verá Señora. Tan pronto he oído su voz, una corriente eléctrica ha recorrido todo mi cuerpo. Me pone nervioso sabe. Y ahora cuando me ha llamado “cariño”, ha sido doblemente potente. Creo que a lo que aspiro, es solamente a servirla, serle útil, que me maneje a su antojo, como hizo hace dos días.

-A eso se le llama sumisión y me gusta que tengas tal aspiración. Pero no te confundas. No busco ni necesito novietes ni parejas, de ningún tipo. Tú mismo lo has dicho, aspiras a serme útil y yo añado, como esclavo, no como hombre. En todo caso un hombrecito desde luego. Supongo que lo entiendes, ¿cierto?

-Perfectamente Señora.

-Y me parece a mi que antes de pretender ser mi esclavo, deberás ser un simple sumiso a mis pies.

-No la entiendo.

-Verás, la vida de esclavitud puede no ser placentera, para el esclavo me refiero. Y tú eres un hombre joven, atractivo. Seguro que no te faltan propuestas femeninas.

-Pero lo es para el Ama, placentera, la vida me refiero.

-Puede, dependerá de si verdaderamente el esclavo se ajusta a mis objetivos y necesidades. Habrá que comprobarlo.

-Desde luego Señora. Por ello le ofrezco, perdón, le sugiero que me tenga a prueba, no sé, un tiempo digamos, más prolongado.

-Verás criatura. Lo primero para lograr convertirte en uno de mis siervos, es modificar tus planteamientos. La que propone soy yo, también la que decide, obviamente, jamás mis esclavos.

-Pero…

-Sí ya sé, de algún modo debías indicarme que estás dispuesto a ponerte en mis manos y por ello no te he colgado, pero procura tenerlo en cuenta para las siguientes conversaciones. Primero, sólo me llamarás cuando yo decida que lo hagas. Ya te lo haré saber. Envíame tu correo y tu número de teléfono a la dirección que aparece en el blog, la mensajería instantánea no es de mi agrado, aunque suelo recibirla cuando ya son de mi confianza.  No uso skype ni whatsapp, me estresan, aunque mi esclava Pollett lo contesta por mi cuando es necesario.

-Sí Señora.

-Pues indícamelos. Te añadiré en mi cuenta personal, pero más adelante, cuando crea que te lo mereces. Me gusta que me conozcan y conocerles desde luego,  para comprobar quién de ustedes están más diligentes.

-Gracias Señora.

-Pero no te embales. Primero dame tu correo, te señalaré cuando debes llamarme y espero que no faltes a la cita, supondría una señal evidente que o bien eres un bromista o simplemente eres un “srito pajitas” Entendido?

-En absoluto Señora. Voy muy en serio.

-Perdona Luis. Lo nuestro no es una relación de las llamadas serias, aunque siempre te exigiré la máxima seriedad, en realidad debe ser de sincera corrección y sumisión.

-Estoy dispuesto a ello.

-Señora, Luis recuérdalo siempre, concluye la frase adecuadamente.

-Perdón, Sí, Señora.

-Y tú tranquilo. Todo eso que manifiestas tan vehementemente, ya lo comprobaremos. Y ahora, dejémoslo aquí. Y no lo olvides, a partir de ahora recuerda siempre cuál es tu lugar y el protocolo que debe cumplir a rajatabla un aspirante a servirme como esclavo que dices “ser”.

-Desde luego Señora. Muchas gracias.

– Bye bye!

Y Agnes colgó sin esperar la respuesta sumisa de Luis, como el resto de sus intervenciones.

No cree en los mirlos blancos y por tanto tampoco pensó que uno se acababa de cruzar en su camino. Además, en cuanto lo sometiera a alguna de las duras pruebas con las que juzga la calidad del sumiso candidato, probablemente desistiría. Quizá no le había dejado demasiado claro que ni por asomo pensara que podría tener sexo con Ella y que aunque se lo hubiera propiciado a través de Pollett, podía acontecer que en los siguientes encuentros, le fuera vetado. Puede incluso que acabara teniendo que portar un cinturón de castidad, para su sólo placer y de ese modo tenerlo más entregado en todo momento y divertirse con las caras que pondría al jugar con él. Pero se estaba avanzando, lo primero, atender en unos minutos a vermis*, ese moreno fornido que todo lo que tiene de musculado lo tiene de sumiso. Hoy pensaba vestirlo como maid (doncella inglesa), seguro que a su mejor amiga Aida, que había convenido en visitarla para charlar de cosas de mujeres, le gustaría disfrutar de un hombretón como vermis*, mientras les servía el té y las pastas. Puede que más tarde le ordenara al sumiso que la complaciera, siempre que a Aida le viniera en gana ser penetrada por el enorme falo de ese sumiso que le ha costado aprender,  pero que ha acabado comprendiendo que el mejor modo de pertenecerle, es obedeciéndola siempre, ya se trate de marchar de la mazmorra sin eyacular o haciéndolo en el agujero que Ella decida.Cage

A veces, -aunque pocas-, se pregunta, ¿Cómo es que le aceptan sin remilgos todos sus caprichos?

No esperó más. Llamó a Pollett.

-Ve y traéme a vermis*, lo sacas de la jaula que tanto ama, y vístelo antes de traérmelo tirando de la correa, vestido de maid, que hoy me visita mi querida Aida.

Pollett, sabía que la hermana putativa de Agnes era su amiga desde que ambas eran adolescentes.

A Pollett se le escapó una expresión de placer, otras veces había tenido que lamer el sexo de Aida hasta hacerla volar por los aires de gozo.

-Pensar en ello, le hizo sentir un hormigueo en los labios al tiempo que un delicioso entumecimiento le hacía mojarse de ansiedad. Desconocía que los planes de su Dueña no incluían para aquella tarde, el mismo nivel de participación.

* vermis (gusano en latín)

Autor: Ðomme An~Liman†our.

     

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