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UN SIN VIVIR II

CAPÍTULO 2: FRENTE A LA REALIDAD

Conseguí atraparla y ponerme a su altura. Me miró en tono displicente, como queriendo enviarme un mensaje que no supe interpretar. No tuve tiempo de esgrimirle nada, dio vuelta a la esquina y en el primer portal colocó la llave que llevaba ya en la mano y tras abrir la puerta de hierro se dirigió a la entrada situada a la izquierda del rellano de la escalera. Supuse que se trataba del acceso a uno de los comercios a pie de calle que había visto con la puerta metálica cerrada.

Accedimos, todavía en silencio. Encendió la luz y vi una sala que supuse hacía de receptáculo. Me indicó que me sentara en una de las tres sillas que había en aquel espacio.

-Ahora vuelvo.

No tardó demasiado. Apareció sin la chaqueta de piel negra que se le ajustaba perfectamente al cuerpo. Se acomodó en otra de las sillas.

-Dime, ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué buscas ?

-Verás… –me interrumpió, sin pudor. –Te ruego que no me tutees. –Me sentí como un alumno al que la profesora ha cogido leyendo chuletas. Naturalmente, la obedecí.

-Verá, me he sentido al verla, impresionado.

-¿Sí? ¿Tan especial te he parecido? Pues no lo soy. De mujeres especiales como yo, hay infinidad, por tanto, procura ser sincero y original. No me van las poses, ni la falsa adulación si no es sentida desde el alma sumisa, desde luego, si es que la posees. – Acotó Ella sin miramientos y con discreto desdén.

No pensaba aceptarle que rechazara lo que había sentido sinceramente.

-Siento contradecirla, pero es cierto, me ha parecido especial y por ello he sentido la necesidad de acercarme.

-De acuerdo, te creo. Pero verás… –comprendí que deseaba saber mi nombre. –Luis, me llamo Luis. –Pues bien Luis, yo soy una Dómina amateur.

Por un instante me sentí decepcionado. Ella lo percibió.

-Pero no te aventures a hacer conjeturas. Puede que te equivoques.

Como seguía en silencio, Ella prosiguió.

-¿Sabes lo que es el BDSM?

-Algo he leído.

-¿Pero has asistido a alguna sesión?

-Una vez, en un festival erótico, en Barcelona. Una Ama azotaba a un chico sumiso, ¿se dice así?

-Sí, sumiso o esclavo. Y se dice Dómina, Ama es quien adopta un sumiso o esclavo el cual voluntariamente se entrega en pertenencia, el cual le sirve en exclusiva a Ella. ¿Has hecho alguna sesión?

-No.

-Pues bien, a eso me dedico, entre otras cosas claro, por lo tanto si no estás interesado en el tema… –se levantó, dándome a indicar que debía salir de escena. No obstante, a pesar de levantarme por seguir las normas de conducta establecidas, mi reacción fue muy distinta.

-Y, ¿podría contratarle, a Usted, una sesión de esas?

Me miró, esta vez con cierta perplejidad en su expresión.

-Puedo pagarle.

Sin duda había sido un comentario necio, pero Ella me disculpó la necedad.

-¿Estás seguro que quieres ponerte en mis manos?

-Sí.

-De acuerdo. Pero lo primero que has de asumir desde ahora mismo, es que a cualquier respuesta debes añadir el sustantivo Señora Agnes ¿De acuerdo?

-Sí, Señora Agnes.

-Pues sígueme y acábatelo de pensar mientras llegamos a la mazmorra.

No me aterroricé por oír aquel término, al contrario, mi pene pareció querer llegar cuanto antes. mazmorraladymoniquenemours

Accedimos a una sala en penumbra. Era amplia, con paredes repletas de artilugios. En una de ellas observé la reja de una especie de celda colgante, la cual Ella me dijo su nombre porque notó que yo no paraba de verla extasiado mientras acariciaba sus barrotes…. Se llama: La Doncella de Hierro. Y al mirarme  seguramente observó el brillo de mis ojos mientras recorría la jaula, Ella sonrió con una mueca perversa.

En las paredes colgaban: cadenas, había en un extremo del lugar una cruz de San Andrés, látigos, esposas, máscaras, rebenques, varas, dildos, floggers y en un rincón un pequeño armario con ropa de mujer. También había un sillón que parecía un trono, dos cepos sujetos al suelo, un objeto que me pareció sería una picota de esas que se usaban en la Santa Inquisición, no tuve tiempo de más, me distrajo su voz, que para entonces ya estaba obnubilado…

-¿Sigues estando interesado en plegarte a mis caprichos? Piensa que en cuanto lo hagas, ya no podrás sugerirme nada, de hecho no te permitiré ni hablar a no ser que te lo ordene. Lo único que podrás manifestar será tu deseo por concluir la sesión. Entonces si así lo haces, te liberaré, pero ya no podrás volver a llamarme ni buscarme. ¿Entendido?

Había cambiado el “¿me explico?” por el “¿entendido?”, modificación inequívoca respecto a que ya me estaba considerando propiedad suya, lo cual a mi me excitaba de sólo pensarlo y mi entrepierna lo delataba, aunque fuera por un tiempo limitado.

Tras afirmarle, me sentenció: –pues desnúdate, totalmente. Deja la ropa en aquel perchero y espérame de rodillas, manos encima de los muslos y cabeza abajo.

Despareció por una puerta distinta a la que habíamos accedido a aquella sala que Ella denominó mazmorra y entonces me dispuse presto a obedecerla. No tardé ni diez segundos en estar desnudo y descalzo, en la posición que Ella me ordenó y que por alguna extraña razón que no comprendí en el momento, entendí a la perfección, cómo si ya hubiera sido un hábito para mi.  Y espere de frente a la puerta por la que había salido y que no se advertía fácilmente y empecé a gotear… Dios !! ruego que no lo note, me muero de vergüenza de ser tan obvio y ruego ella me comprenda y pase por alto mi húmeda dureza…

Pasaron algo más de cinco minutos. Lo constaté por el reloj del que no me había desprendido y que no paraba de observar.  Se me hacía eterna la espera y me lleno una dulce y arrebatadora incertidumbre…

Embriagado ya… al abrirse la puerta, apareció una visión apabullante. Una mujer morena de fuerte personalidad, de mirada penetrante e inquisitiva. Vestía un conjunto de piel negro que se le ajustaba al cuerpo perfectamente y que modelaba sus sensuales curvas con eficiencia en un atuendo que indicaba que algo excitante y perturbador estaba por ocurrir… ahogué un mal disimulado gemido… En sus esplendorosas y bien formadas piernas, unas medias negras y los zapatos también negros, de altísimo tacón. El cabello negro, suelto y  rizado le llegaba a media espalda, en el cuello lucía un collar en plata con un guardapelo, el cual pude observar, sería el cabello de alguien importante para Ella.

Es sus dedos llevaba varios anillos también en plata de ley. Y en su brazo izquierdo se asomaba un artístico tatuaje, que al verlo desee preguntar que significaba, pero me abstuve para no parecer indiscreto, dejando la curiosidad de preguntar para una mejor ocasión.  En sus orejas, unos pendientes en plata que hacían juego con alguno sus anillos. Su presencia era sin lugar a dudas sobria y de inmediato se hacía notar su elegante aura, marcada de dominación. Casi me desmayo. No tuve tiempo.

Ella soltó: -La mirada al suelo y las manos a la espalda. Las piernas, sepáralas !

-Ahora y desde éste preciso instante eres Mio y te llamaré de muchas maneras,  estarás a mi entera disposición, entendido perro? -Ella al decirlo, acerco sus labios a mi oído y cuando me llamó perro, di un respingo de extrema excitación, cierto, es magnífica y eso que todavía ni me a tocado.

Después con la vara empezó a toquetear a mi inhiesta polla,  erguida hasta casi reventar y latiéndome como si tuviera el corazón dentro… Refiriéndose a mi insulsa presencia aprovechó entonces para golpearla levemente con su fusta recubierta de cuero negro que portaba en su mano derecha. Me estremecí, aunque no de dolor, pero si de incertidumbre, a la vez de  una vehemente y suplicante intensidad.

-¿Y el reloj? Acostúmbrate a obedecer a rajatabla mis órdenes.

Fui a sacármelo, pero con la vara me lo impidió.

-Déjalo,  ya ha sido hecho, tarde.

Fui a disculparme, pero paseo la vara por mis labios mientras susurraba: – sssshhhhh. Silencio pequeña perra !! Y ahora besa y venera el instrumento que honrarás después de mi presencia.

-La besé trémulo y húmedo… acto seguido soltó un azote en mi espalda que disparó mis endorfinas por todas mis terminales nerviosas erizándome la piel hasta el cráneo.  Y me dijo: – Obedecerme no es una de tus opciones, es una orden !

Se acercó a mi oído y su voz firme y dulcemente despiadada me susurraba: – Entiendes lo que es una orden pequeño mio o te lo repito de nuevo insulso perro ?

Respondí  como si su trato fuera para mi, una caricia embriagadora… -Sí, Mi Señora.

La obedecí en todas sus indicaciones. Ella prosiguió, volteando mi paralizado cuerpo.

-Verás Luis, como te dije antes, desde ya, eres Mío y por tanto puedo hacer contigo y con tu cuerpo, lo que me apetezca. ¿Algún inconveniente?

Me apresuré a balbucear nervioso: –No, Mi Señora Agnes.fet

-Bien. Pues arrodíllate y bésame los pies, en señal de asentimiento y veneración. Es lo primero que hace un sumiso en cuanto ve a su Ama, no importa el lugar ni la situación. Recuérdalo, porque no me gusta repetir o te harás acreedor de un correctivo – al tiempo que ella blandía su fusta en señal de advertencia, la cual al verla envió una punzada de placer-dolor a mi endurecida polla que amenazaba con hacerme gotear de nuevo.

Ejecuté su orden, pero Ella deliberadamente retrocedió unos pasos, para hacerme instintivamente arrastrarme hacía sus pies,  procuré no acercar mis labios a la tira principal de su zapato al cual casi me abalanzo desesperadamente. Besaba con suavidad la zona de su piel que quedaba al descubierto, olfateando el aroma que despedía la piel de sus zapatillas con la mezcla de sus dedos, los cual lamía como si fueran un exquisito manjar, temblaba y estaba tan obnubilado que mi saliva parecía la de un mastin ante un jugoso filete… controlándome para no perder el juicio y temiendo que me castigara sin Ella, seguí obedeciendo sus ordenes.

-Muy bien criatura, lames como un perrito obediente. Ahora detente y escucha.

Se apartó de donde estaba para ir a acomodarse al sillón en forma de trono. No me atrevía a levantar la cabeza y temía por la erección que no podía controlar, delatando el hilillo de fluido que ya vertía. Por nada del mundo quería derramarme, a pesar de que no podía evitar que mi pene llorara leves gotitas.

-Acércate a mi, camina en 4 patas y sin levantar la mirada.

Procuré cumplirlo lo mejor que pude, pues no estoy acostumbrado a andar de rodillas en un lugar casi a oscuras. Cuando estuve cerca de Ella, percibí la suela de un zapato en mi cabeza.

-Alto. Ahí estás bien. Coloca tus manos en el suelo y acércate un poco más, a cuatro patas, como el perro que ahora eres para mi, hasta que notes que descanso con comodidad mis pies sobre tu espalda, y ahora vas a responder a mis preguntas.sumiso-taburete2

-Sí Señora Agnes.

-No hace falta que afirmes a cada una de mis órdenes. Me basta con que las cumplas, lo mejor que puedas y procura dejarme satisfecha.

-S… –me detuve a tiempo. Su orden había sido perfectamente explícita.

-Verás criatura, en cualquier otra situación, yo, tú Ama en estos momentos, quizá te preguntaría si estás cómodo, pero en el mundo en el que acabas de penetrar, eso es diametralmente distinto, pues en realidad lo que debes preguntarte y en silencio es: si lo estoy yo, tu Dueña y nada importa si tú lo estás o no, quizá mejor, si estás sufriendo horrores en esta posición y con el peso de mis piernas y pies sobre tu espalda. Lo que debe pasarte por la cabeza es ése pensamiento es… “¿Será suficiente y satisfaré a mi Ama? Le satisfará mi entrega?” Si es eso lo que recorre tu mente en estos momentos, enhorabuena, acabas de encontrar el mejor y más estimulante aliciente para seguir con vida sirviendo a tu Ama con devoción y si lo logras, te lo aventuro, vas a vivir como el más feliz de los seres humanos. Pero no me respondas. Luego, según vea tus méritos lo harás y en cuanto al tributo te lo haré saber si me siento complacida con lo que ahora está siendo tu breve conducta… Entendido?

-Sí Señora. – Ella al escuchar eso, tomó entre sus manos mis genitales y los estrujó al extremo de hacerme encoger de tan inesperado acto, al momento que decía: – Sí, ¿qué ?

-Correjí: Sí, Mi Señora !

-Mucho mejor perro Mío… y acarició mis genitales con extremo cuidado poniéndome a mil al instante!!

No quise avanzarle a Dómina Agnes que, en ningún momento y cuando se refirió a su profesionalidad no estaba focalizándola en la práctica mercantil del sadomaso, ni mucho menos que no apreciaba lo que ésto significaba para un simple sujeto como yo que tenía el privilegio de postrarse a sus pies… Y vaya pies… !! Sino que me había referido a su faceta como Tutora y practicante BDSM, un aspecto que a ella le satisfacía y que desempeñaba con los tantos sumisos/as novatos que le solicitaban la oportunidad de servirle. Los cuales elegía si mostraban genuino interés en pertenecer y entender la versatilidad del mundo BDSM como una vida sexual alternativa no convencional y también como escritora de textos BDSM que le adquiría una Editorial alemana especializada en dichas prácticas.

Con esa nueva criatura que el destino había puesto en su camino,  Ella iba a experimentar nuevas vivencias para recoger en su nueva novela. No pensaba sin embargo desdeñar el tributo que aquel nuevo candidato le obsequiaría para premiar su buen hacer como Dominante Amateur.

Autor: Ðomme An~Liman†our.

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