SUELAS ROJAS XXIX – XXX
SUELAS ROJAS (Parte XXIX) Ricardo tocó respetuosa y suavemente a la puerta del dormitorio de las señoras. Desde dentro, Diana contestó de inmediato: - "¡Adelante!" - "Bu
SUELAS ROJAS XXVIII
Parte XXVIII Carlos se despertó con orina de mujer, caliente, llovíendole sobre el rostro. Apenas se detuvo el chorro llegó a ver la entrepierna desnuda de la joven oficiala que le humillaba de esa manera, parada sobre la reja, antes de moverse para hacer lo mismo con los otros internados de
SUELAS ROJAS XXVI – XXVII
Parte XXVI María fue inflexible con los todos los integrantes de su cuadrilla durante las 6 horas de trabajo forzado en los campos del Instituto Correccional de la Fundación H.E.M.B.R.A.. Al menor atisbo de alguno de detenerse o menguar siquiera mínimamente el ritmo de trabajo, les aplicaba un sonoro latigazo si
SUELAS ROJAS XXIV – XXV
El suplicio de Carlos recién comenzaba, con el trasero ardiendo tras ser marcado como animal y el ominoso collar metálico en su cuello conectado mediante un cable al aparato de castidad metálico que le habían colocado Diana y Dionisia. Lucía comprobó el buen funcionamiento del collar, abriendo una aplicación en
SUELAS ROJAS XXII – XXIII
Parte XXII La camioneta se detuvo y se escuchó una voz metálica, femenina, diciendo: "Ingreso permitido." Unos cien metros más adelante, se repitió exactamente lo mismo. Lucía y Patricia los descolgaron y obligaron a bajar: desnudos, amordazados, con los aparatos de castidad colocados, esposados y con los tobillos engrilletados. Con suerte
SUELAS ROJAS XIX
SUELAS ROJAS (Parte XIX) "¿Qué pasa contigo? ¿Todavía no escarmientas?", comenzó a recriminarle Dionisia apenas se quedaron solos. "Pero igual ven aquí, ponte en cuatro patas así engrilletado como estás delante mío que tengo algo que mostrarte", prosiguió. El reo obedeció. La mujer en tanto, sentada como estaba, comenzó a subir la falda
SUELAS ROJAS XX – XXI
SUELAS ROJAS (Parte XX) Dionisia golpeó desde adentro la puerta de la sala de indagatorias y el cadete fue a abrirle en un santiamén, solícitamente. Entró a la oficina donde estaban las otras seis mujeres blandiendo las hojas del acuerdo firmadas, con una gran sonrisa. "¡Cómo tardaste!", le dijo Diana. "Para