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SUMISA INFILTRADA – DE COMPRAS

CAPÍTULO 2: DE COMPRAS

 

Una vez en la calle, mi Señora me dijo que íbamos a hacer algunas compras, caminando por una calle las dos cogidas de la mano y fumando. Me soltó un momento la mano y sacó el móvil de su bolso, abrió una aplicación y empecé a sentir un cosquilleo por mi clítoris que me dejó las piernas lacias, muertas, casi no podía mantenerme sobre de los tacones, ¡qué placer me entró sin previo aviso! Mi Señora me miró, se sonrió y me dijo:

—Ser sumisa no es estar siempre trabajando y sirviéndome, también tiene sus momentos de placer.

Llegamos a la altura de una tienda de lencería, la primera parada obligatoria.

—Lo pago todo yo y entonces yo decido lo que vas a usar— me dijo mi Señora antes de entrar.

Entramos en la tienda y se fue directamente a la sección de lencería fina, empezó a mirar, yo estaba guardando un poco la distancia hasta que la Señora se dio cuenta me llamó y me cogió de la mano, en la otra mano tenía un tanga de transparencias que colocó sobre mi falda.

—Es muy mono para ti me gustaría verte, con él puesto— Yo le sonreí, la verdad es que tenia un buen gusto la Señora, yo simulé que estaba mirando también algo, pero era inútil, porque la decisión final era de la Señora. Me despisté un poco, y esta vez no volvió a llamarme, sino que empecé a notar otra vez ese cosquilleo placentero en mi clítoris, le había dado otra vez a esa aplicación, apenas podía dar un paso para ir hacia mí Señora, conseguí llegar a su altura, a punto de correrme, y al oído en voz baja me susurró:

—La próxima vez no pararé hasta que te vea correrte en público, si quieres discreción, lo tienes en tu mano, hazme caso y no vayas por libre.

Observé que mí Señora había cogido bastantes artículos de lencería, medias, pantys, sujetadores, ligueros… entre otras pendas de lencería,  pidió a la dependienta la cuenta, lo pagó y salimos a la calle. Seguimos caminando por la calle y se detuvo a la altura de un escaparate de una zapatería y mi Señora contempló los zapatos.

—He visto uno para mí y otro para ti zorrita.

Entramos por la puerta de la tienda, mi Señora fue directamente a ver una botas espectaculares altas y con el tacón fino, pidió un 37´5,  el mismo número que uso  yo, se las probó y prefirió pedir un 38, estas le estaban mejor, más cómodas.

—¿Jen, te gustan?

—Guauuuu, le quedan súper bien, ¿son cómodas?

—Si,  son muy cómodas.

Mi Señora se quitó las botas y pidió que se las guardaran al otro lado del mostrador un momento pues iba a seguir mirando zapatos,  le llamaron la atención unos zapatos de tacón alto, casi 13 cm, estuvo mirándolos y pidió el número 37´5, la dependienta se los sacó de almacén, y me llamó.

—Jen ven y pruébatelos.

Me senté y me probé los zapatos, eran súper cómodos y súper altos, yo estaba acostumbrada a los tacones, pero no tan altos, aunque eso era cuestión de tiempo. Mi Señora se dio cuenta que yo no estaba acostumbrada a usar tacones tan altos y me sugirió quedarme ya con ellos puestos. Pillé al vuelo la indirecta, quería verme ya con ellos puestos, pedí a la dependienta una bolsa para llevarme los que había traído, guardé los zapatos viejos en la bolsa y me dirigí hacia el mostrador pues mi Señora ya estaba pagando. Yo tomé unas bolsas y mi Señora otras, salimos a la calle y, a pocos metros doblamos la esquina hacia la izquierda, mi Señora me ofreció un cigarrillo, se lo cogí sin pensarlo.

Seguimos nuestro paseo por las calles, hasta que me llevó a una tienda de uniformes, allí nos volvimos a detener en el escaparate para mirar, mi Señora, me dijo:

—Te voy a comprar tres uniformes distintos, uno de gala y otros dos para las tareas más duras y también varios delantales, en el tema de los delantales no te quiero escuchar decir ni pío, porque los escojo yo —Nos decidimos entrar a la tienda, pero me detuvo ella a mi.

—Espérate, espérate— sacó el móvil de su bolso y le dio al huevo que llevaba dentro de mi clítoris un poco más de intensidad y me dijo con voz sonriente:

—Recuerda que yo tengo el mando, y me da igual hacértelo en público, hasta que te corras zorra.

Entramos a la tienda, fuimos directamente al mostrador y pidió el catálogo de uniformes que tenían en existencias, más tarde, la dependienta le indicó el expositor donde estaban los uniformes, nos dirigimos hacia él. Mi Señora empezó a mirar y sacó uno de gala negro y blanco con el delantal de peto y otro de rallas celestes. Me pidió que eligiera yo uno y cogí uno grisáceo de cuadros pequeños. Mi Señora me dijo que ese era muy feo y me enseñó uno de flores celestes con el fondo blanco, me encantó, tenía mejor gusto que yo,  me preguntó la talla le dije que tenía una 44 y se lo pidió a la dependienta que, a continuación, indicó donde se encontraban los probadores, a los que entré para probar los uniformes por encima.

—¡¡Así no coño!! desnúdate y pruébatelo bien.

Mi Señora estaba cerca del probador y cuando estaba a medias quitarme el vestido, abrió la cortina y se metió conmigo y me dijo “yo te ayudo a quitarte el vestido”,  mi Señora me quitó el vestido, acariciando todo mi cuerpo y diciéndome al oído, “qué pedazo de tetas y culo tienes zorra”, cogiendo mi coño con una de sus manos me dijo: “Eso te lo voy a comer entero, y verás lo que es ser una buena puta”.  Continué colocándome el uniforme con el delantal, Ella amarró el delantal a mi espalda, diciéndome “ese culito me vuelve loca cabrona”, se retiró un poco para verme bien, me di la vuelta y mi Señora con sus propias manos quiso comprobar si me estaba bien de pecho, me estaba prefecto.

—Anda Jen cámbiate, que los otros uniformes son de la misma marca y talla, te deben estar  iguales — dijo pegándome un tortazo cariñoso en el cachete del culo. Rápidamente empecé a cambiarme de ropa, ante de todo quisiera decir que mi dio un morbo especial verme con el uniforme.

Salí del probador ya vestida con mi ropa y el uniforme en la mano, la dependienta preguntó si queríamos algo más.

—Si por favor, ¿tenéis delantales clásicos de época, con encaje y puntilla?— preguntó mi Señora.

La dependienta le dio varios modelos, mi Señora escogió tres delantales diferentes clásicos de época, también le preguntó por unos zapatos de uniforme de servicio, de tacón bajo y ancho, pero no muy bajo, se los enseñó y pidió mi talla para probármelos. Me quedaban prefectos así que mi Señora pidió a la dependienta la cuenta y la abonó. Cogimos entre las dos todas las bolsas y salimos de la tienda, a pocos metros mi Señora dejó una bolsa en el suelo para sacar el móvil de su bolso, pensé que le iba a dar a la vibración de nuevo, pero no, me quedé con la ganas, había solicitado un Uber que en pocos minutos nos recogió y nos llevaba hacia la casa de mi Señora.

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