SIERVA Y AMA

Cuando contraje matrimonio estaba enamorado o… por lo menos quería mucho a la persona que era la “de mis sueños” en esos días, de novios teníamos mucho sexo… quizá algo rutinario y simple pero mucho… de mañana, tarde, noche, madrugada; al casarnos – después de terminar la facultad-, compramos un apartamento en que antes de habitarlo – como tenía que ser- inauguramos nuestras sesiones de sexo,  en la cocina, baño, cuarto, balcón… al instalarnos siguió el buen sexo, tanto o más que antes, luego uno… dos… niños, con todo esto la magia del sexo en el matrimonio se fue apagando hasta quedar como una pareja de una o dos relaciones por semana… relaciones sin creatividad, con rutina, simples pero relaciones al fin. Nosotros somos abogados y por ende, después de un tiempo de matrimonio y después de pasar por varias asistentas, nunca a tiempo completo, contratamos a una chica para los medios días y algunos días a la semana… confieso que la primera vez que la ví no me despertó el mayor interés salvo por su intensa mirada. Era una chica de entre 24 y 28 años, delgada, más o menos 1,68 cm de altura, castaña, ojos miel, pero que por su ropa y posición – sentada en ese momento- , no despertaba nada… se llamaba Paula.

Con el tiempo descubrí muchas virtudes en ella de las que jamás habría sospechado, ni presentido, al principio yo tenía una relación distante con ella debido esto a que mi señora es muy celosa y posesiva, era solo algún diálogo que otro, una mirada, una sonrisa y nada más. Reconozco que ella me parecía cada vez más atractiva que la primera vez que la vi… y con el tiempo descubrí que era en extremo inteligente… me atraía, comencé a ver su físico, por ahí sus pechos redondos casi al descubierto por sus generosos escotes, sus piernas blancas, sus pies pequeños, sus manos delgadas con uñas muy largas, su cabello brillante, su mirada me clavaba… me buscaba… me perseguía, yo percibía que a ella le gustaba o por lo menos yo le despertaba cierto interés… Pasaron tres meses…

Una mañana yo falté a mi trabajo, llevé a los niños a preescolar y al colegio, mi señora se fue a su trabajo como siempre, yo no sabía si era un buen momento pero la deseaba… y mucho… desayunamos juntos, conversamos, reímos, la miré a la cara… me acerqué… y nos besamos, mucho, fuerte, apasionadamente, la abracé… la rodeé muy fuerte, su perfume me mataba… no quizás el artificial sino el de su piel, ella me miró y me soltó, yo dije:

– ¿Por qué?, ¿qué hice mal?, ¿no te gustó?

Ella dijo:

– Me gustas mucho, te deseo, pero aquí no, y así no…

– Ok, entiendo – dije- mejor aquí no… será mejor vernos en otro lado, pero ¿”así no”? ¿No te gusta como beso?

– No es eso, si me deseas lo entenderás, si pasa algo entre nosotros será a mi manera, ya comprenderás…

Yo dudé… y pensé que no tenía el menor interés en mi, solo la veré aquí, en una relación empelada-jefe, qué lástima, la verdad era que me gustaba y mucho.

Pasaron días… semanas… hasta que un día al retirarse de mi casa me dice -en el ascensor- al oído:

– ¿Todavía me deseas? 

– Si… si… y mucho… -dije-

– Ve a mi casa, ya sabes la dirección y el teléfono, mañana, sábado a las 13h en punto, ahí te contaré algunas cosas sobre mi y veremos qué pasa… y qué sentimos los dos.

– Ahí estaré, no lo dudes.

Nos besamos  y se fue, le abrí la puerta, la observé irse hasta que se perdió en la multitud, pensé: ¿a su casa? mmm, qué bien, seguro que en su casa tenemos intimidad, lujuria, sexo descontrolado, llevaré champagne o cerveza, o ¿tal vez le guste el vino?

No pude dormir la noche anterior a verla, me dí cuenta de muchas cosas esa noche, primero que estaba jugando con fuego al querer seducir a la persona que estaba más cerca de mi esposa, y segundo, que realmente estaba enganchado o enamorado de ella… si era así, no para de pensar en ella hacía meses, pensé esa noche y muchas antes también, las diferentes formas en que haríamos el amor, cómo la pondría a cuatro patas, luego encima mío, gimiendo, gritando de placer, imaginé o deseé que le gustara tanto como a mi el sexo oral… amaba yo el sexo oral… me preguntaba si me pediría que le haga  su culo, o me dejaría hacerla, si le dolería, jamás la obligaría a hacer eso ni nada que la pusiera mal, también me pregunté si me pediría meterme algún dedo suyo en mi culo , ya que esto me lo habían hecho algunas veces y me había gustado mucho, pensé, imaginé, deliré, hasta que me dormí y soñé… soñé…

A la mañana siguiente después de que todos se fueran de mi casa, me quedé solo, me bañé, me vestí y salí. Su casa quedaba por el barrio de Belgrano, en Buenos Aires, busqué la calle, la altura, estacioné y toqué el timbre, era una casa antigua -solo por fuera-, dentro era todo muy moderno, reciclado y sutil. Ella me recibió con una bata… de baño…, claro que no la tomé en ese momento y la besé… no quería estropear nada, me gustaba demasiado como para apurarla, de esa forma, me preguntó cómo estaba y si la esperaba unos minutos hasta cambiarse… claro que dije: “si”. A la media hora y algo más regresó, mientras la esperaba yo observé fotos, cuadros, adornos y demás.

Estaba yo sentado en su salón, ella regresó y ahí me di cuenta de que era mucho más hermosa de lo que jamás hubiera imaginado, estaba vestida de negro, medias largas, escote muy pronunciado, evidentemente sus medidas de pecho eran más de 95 ó 100 ya que aquello era llamativo, su altura había aumentado considerablemente a casi 1,80 cm, unas piernas larguísimas, sus labios rojísimos, su piel muy blanca pero maquillada, nos sentamos… su perfume me envolvía, después de un café y temas triviales, me dijo:

– Mira me gustas mucho… creo que siento muchas cosas por ti, pero yo veo la vida y el sexo muy diferente a tu manera de interpretar y encarar esos temas, solo deseo saber si estás interesado en conversar sobre estos temas y de ser así a practicarlos.

La miré y dije:

– Si, cuéntame todo lo que quieras, contigo deseo compartir muchas cosas, más de lo que imaginas…

Me observó, se acercó a  mi y me besó… muy suavemente pero al hacerlo me mordió muy fuerte en mis labios, lo cual me dolió y excitó mucho… mucho…

– Mira… -me dijo-, yo en mi vida íntima soy una Ama, una Ama dominante que tiene, esclavos, sumisos, perros falderos, lacayos, siervos, imbéciles a los que maltrato, domino, castigo, humillo, someto a mis instintos; no es un pasatiempo ya que lo hago desde hace muchos años, es digamos… una forma de vida… sé que quizás sea raro o difícil de entender para ti, pero soy así, así seré y no lo voy a cambiar por nadie. Si lo pruebas y te gusta te aseguro que te vas a volver loco y si es cierto que me quieres o me amas como dices, después de esto vas a amarme con locura, pasión, desenfreno, éxtasis… vas a experimentar algo que vas a necesitar toda tu vida, como necesitas el aire o el agua… -me miró y me dijo-, ¿qué piensas?

– ¿En qué momento y cómo hay sexo en esta clase de relación?

– Te explico, hay sexo solo y únicamente cuando lo deseo, ordeno, obligo y quiero… y de la forma y en el lapso de tiempo que sea de mi agrado, por ende, si en meses o años no deseo sexo contigo no lo habrá jamás, y si te lo ordeno te masturbas y acabarás tantas veces como solo yo indique.

– Bueno, me sorprendes, es raro, pero dado lo que siento por ti, te contesto que deseo probar todo lo que me cuentas, así que ¿hay reglas? ¿o algún reglamento? ¿o formas o maneras de hacer esto?

– Ok. Estaba segura de que aceptarías, si hay reglas, a ver… empecemos: nunca me tutearás, solo te dirigirás a mi como tu Ama, Señora, Alteza, Reina, solo me mirarás a los ojos si lo ordeno, todo lo que hagas en mi presencia será después de una orden mía o asentimiento ante una consulta tuya, harás todo lo que te diga… al pie de la letra, al menor error serás castigado cuando, como y en la cantidad que yo desee, y… si no tienes errores o faltas también serás castigado y humillado según mis deseos, serás mi chófer, mi asistenta , abogado, jardinero, cocinero, me bañarás, me harás masajes, y todo… absolutamente todo lo que te ordene… Y claro en tu casa seré tu empleada  pero… también tu Ama así que me respetarás más que a tu mujer y si estamos solos… imagínate quién limpiará… si lo has entendido y no tienes preguntas o cuestionamientos podemos comenzar ya ¿qué opinas?

– La verdad… si estoy de acuerdo en todo… ¿qué hago?

– Baja la vista y arrodíllate.

Al hacerlo vi su imponente figura, ya no era la típica chacha de  mi casa, era una Señora, a la que debería respetar más que a nadie, medía un metro ochenta con sus tacones de aguja y sus pechos estallaban,  su cintura -muy ceñida- era finísima, sus piernas eran perfectas, su cara atemorizaba pero era perfecta, hermosa, su pelo brillaba, al arrodillarme vi sus pies, y sin darme cuenta y de repente comencé a recibir una serie de cachetadas… fueron muchas y muy fuertes, mi cara se movía a causa de los golpes, se puso roja, muy roja, no paraba… evidentemente le encantaba hacerlo, sentía un poco de dolor, pero mucho placer… y mi pene estaba ya duro, durísimo, luego me tomó del pelo y me dijo:

– Ahora ya eres mío, eres mi perro, obedéceme siempre, espérame arrodillado hasta que me cambie, no muevas ni un músculo.

– Si mi Ama.

Me miró, me tiró del pelo, me dio cachetadas pero más fuertes que antes, mucho mas y me dijo:

– Todavía no soy tu Ama imbécil, eso lo decidiré hoy o cuando quiera.

Empujó mi cabeza y me dejó solo en su salón, mirando al suelo, pensando en lo increíble que era todo esto, sin poder creer lo excitado que estaba.

Regresó en 40 minutos, a mi me parecieron horas, estaba más bella y hermosa que nunca, seguía de negro pero era todo cuero encima de su piel, sus labios ahora estaban pintados de negro, tenía un perfume muy fuerte que me volvía loco, sus tacones eran otros más largos y con agujas más pronunciadas, tenía pintura en su rostro muy sugestiva y con muy buen gusto, tenía en su mano varios elementos, esposas, un látigo, un aparato en forma de pene para atárselo a su cintura y penetrar y un collar de perro con una correa. Se agachó, me miró y me colocó el collar, el cual al principio me ahogó, solo al principio, y me arrastró a una habitación oscura, al entrar, desde el suelo solo vi una cama, una jaula, un cepo, cadenas, más látigos, diferentes aparatos o vibradores, la cama estaba cubierta con la manta roja, al entrar a la habitación me ordenó desnudarme de forma rapidísima, al ver que me demoraba me propinaba latigazos y me insultaba, me decía:

– Idiota, imbécil, puto, pajero, perro, eres mi perro, eres lo que yo desee que seas, no vas a respirar sin mi autorización, hijo de puta, vas a ver quien manda en el mundo, vas a ver lo que es ser dominado, sometido, solo conocerás el dolor, me pedirás piedad.

Al estar completamente desnudo y ver mi erección y estando yo a su lado de pie, me abrazó tiernamente, lo que aumentó mi erección, casi a punto de estallar dejó su látigo, me mordió mi cuello, y con una de sus manos, envueltas en suaves guantes de látex negro, me tomó mi pene y lo apretó causándome gran excitación. De inmediato me soltó, me abofeteó, me tomó del cabello y me hizo arrodillar, me puso un bozal de caballo en mi boca con riendas, se colocó encima de mi espalda en forma de jinete y me ordenó avanzar en la habitación. Ella era muy delgada, exuberante pero delgada, por lo que no me costó mucho llevarla encima mío, sentía su culo y sexo en mi espalda y mi excitación pasaba a grados de locura,  a la vez me daba latigazos en mis nalgas, me clavaba sus tacones en mis piernas casi llegando a mis testículos y pene, luego me tomaba del pelo tirando muy fuerte de él, recorrí varias veces la habitación y también otras partes de la casa. Después de unos minutos estaba extenuado y pedí piedad, al escucharme solo sonrió y me propinó más cantidad y con más intensidad latigazos, con lo cual ya debería tener rojas o moradas mis nalgas. Después de unos minutos me ordenó ir al baño, donde se desmontó ordenándome colocar mi boca en el inodoro, después de esto orinó encima mío -lo que me produjo asco y placer- luego me ordenó correrme y defecó en el inodoro, al finalizar me gritó que le limpiara sus restos de orina y lo sucio de su culo , esto duró un largo rato.

Ella al principio solo me gritaba y azotaba, pero después de unos minutos y al ver mi forma de seducción y la velocidad, suavidad y efectividad de mi lengua para limpiarla me paró, me pidió que la cargara en mis brazos y la dejara en su cama y que comenzara a besarla en su entrepierna, vagina, clítoris, y la haga terminar muchas veces, de lo contrario me daría la paliza de mi vida, hasta sangrar de dolor… y esta vez no habría piedad, acto seguido la comencé a besar en toda su pelvis, su entrepierna era hermosa, suave, poseía un aroma dulce y me provocaba que mi pene estallara… -y estaba claro que mi hora de acabar estaba cerca- mi lengua la recorría, la tocaba con ella, mi saliva se mezclaba con sus líquidos, su bello púbico era inmaculado, sedoso, no podía parar de chuparla, me encantaba el sexo oral y más hacérselo a ella ya que me encantaba esa mujer y me daba cuenta que me estaba enamorando de todo su ser… Mi lengua no paraba, la recorría una y otra  vez, la exploraba, la examinaba, la descubría, ella se retorcía y gemía de placer, gritaba, ya no me insultaba solo gemía, solo atinaba a tomarme fuerte del cabello y retorcerse de placer, no se cuantas veces acabó pero seguro que fueron varias, dado a la intensidad de sus gritos y movimientos, yo no podía ya contener mi semen y paré de besarla y le dije que acabaría en cualquier momento, ella acostada en la cama me miró y me dijo:

– Ahora sin que mi polla salga de puto culo, inclínate y toma tu sucia polla y mastúrbate, pero solo puedes acabar a mi orden y no derramar nada, que tu pestilente leche quede en tus inservibles manos, pero espera mi orden.

A los minutos de esto yo hervía… moría de placer… mi pene era una brasa, tenía tanta leche que creo que podía acabar dos o tres veces seguidas, deseaba tanto hacerle el amor a esa mujer como no había deseado nada en el mundo, en un momento me dijo:

– Venga inservible, acaba ya, ya… larga todo tu asqueroso semen.

Y yo largué todo, ni una gota quedó en mi ser, no podía parar de acabar, mi leche seguía saliendo, claro que no volqué ni una gota en su cama, sabía que si pasaba eso, su castigo sería implacable, ella al darse cuenta me dio una nalgada final y me ordenó ir al baño a lavarme y venir en segundos ya que tenía tareas, castigos y mucho para hacer…

Al llegar al baño, me vi transpirando, rojo en muchas partes como mis nalgas que también sangraban, mi cara, mis muñecas, me sentía dolorido, cansado, maltratado y denigrado pero mi polla ya estaba erecta de nuevo, dispuesta a todo. Regresé a su cuarto, ella se había cambiado y estaba sentada con su látigo, botas negras, en un sillón con forma de trono -como una reina, que para mi lo era-, sus palabras fueron:

– Esclavo hoy fue tu bautismo ya soy tu Ama, me debes: dar placer, obediencia, fidelidad, discreción, entrega absoluta, sumisión y también satisfacer mis deseos , órdenes, caprichos, necesidades, dudas, excentricidades y todo lo que te ordene. Ahora bésame mis pies, si te portas bien tal vez me saque mis botas y pruebes el sabor de mi piel.

Comencé a recorrer sus pies, sus botas tenían olor a cuero nuevo, me encantaba, su gusto era a nuevo también, ella a la vez me daba azotes en mi culo para indicarme si le hacía lo correcto o me equivocaba -ella notó mi pene de nuevo y al verme llegar del baño solo rió- al rato se quitó sus botas y medias y me dejó besarle su suave piel, yo moría de placer… entonces cometí un grave error, pensé o imaginé que el besarle sus pies me autorizaba a besar sus rodillas e ir subiendo más y más, ella al ver esto me empujó con sus pies, yo caí al suelo ya sabiendo cuál había sido mi falta, acto seguido se puso de pie y arrastrándome de los cabellos me llevó hacia un lugar donde había un cepo en la pared de forma que la persona que era ahí atada quedaba de frente mirando hacia la pared y con la espalda y culo expuestos, solo me dijo:

– Nunca más en tu perra e inmunda vida vuelvas a besarme o pasarme tu asqueroso miembro que tienes por lengua por una parte de mi cuerpo que no sea la que te ordene, por esto recibirás lo que te estás imaginando.

Acto seguido comenzó a azotarme en mi culo, espalda, piernas, con fuerza, rigor, placer para ella… y también para mi… también dolía y mucho ya que ella no tenía piedad, le había molestado mucho mi impertinencia e irreverencia, se había enojado y me estaba dando mi merecido… mi merecido castigo… no paraba de darme azotes e insultarme:

– Pajero, gilipollas, idiota, puto de mierda humana, ¿todavía no te diste cuenta de quien manda aquí?, no te das cuenta que tus movimientos  están solo dignados a  mis deseos, no te das cuenta que con una mirada mía de aprobación o no puedo hacer que te arrastres como una serpiente, no te as cuenta que soy la REINA de la casa, la REINA  de tu vida, y a una REINA solo hay que obedecerle… obedecerle.

Yo no aguantaba más, ya mi culo estaba morado, y con marcas que mostraban sangre, de repente paró y me dejó solo, parado mirando a la pared, con mi dolor y sufrimiento mezclado con placer y excitación, a todo esto mi pene estaba duro como siempre.

A la media hora ella regresó a la habitación, me desató y me dejó parado mirándola en su cama, ahora solo llevaba puesta ropa interior, negra diminuta, lo que acentuaba su redonda COLA????  y sus exuberantes y duros pechos, tenía medias largas también negras con ligas, llevaba en su mano un gran aparato o vibrador -no de cintura- y al acostarse me miró y me dijo:

– Ya no más castigo, es hora de placer, mírame y pajéate, esta vez puedes terminar cuando quieras, estimo que podrás aguantar uno o dos minutos, jajajaja, qué imbécil eres, das lástima.

Yo la miré y me di cuenta que a medida que más me castigaba, más me insultaba, más me dominaba, más me humillaba, todo esto, más y más me excitaba, mi pene en esos instantes era una piedra, parecía un hueso más del interior de mi cuerpo, acto seguido ella comenzó a mirarme y a  acariciarse, su pecho -sin quitarse su corpiño-, su boca, su cuello, su estómago, duro y plano como una tabla, y su entre pierna… comenzó a pasarse los dedos, la mano,  se desplazó hacia un lado su braguitas -diminutas- y a rozar con sus dedos su sexo,  húmedo y suave, luego su aparato… primero una punta y luego metía cada vez un poco más cada parte de todo ese gran aparato en su coño, ella gemía, deliraba, expresaba un placer que la ahogaba, yo por mi parte, -como sentenció ella- acabé en 40 segundos, no solo eso sino que mi pene  al verla así retorcerse de placer en la cama,  quedó duro de nuevo, y al rato de hacerme otra buena y gran paja acabé… otra vez… creo que ella no se dio cuenta o no se quiso dar cuenta de mi doble placer, es que al verla así tendida gimiendo, revolcándose,  excitadísima no podía parar de sentir placer, el más profundo y real placer que jamás experimenté en mi vida. Al rato ella gritado muy fuerte, acabó… acabó con más de la mitad del consolador  dentro de su vagina, después de eso me desplomé en el suelo y en su alfombra me dormí de nuevo… ella también.

Al rato me despertó, me abrazó, me tomó de un brazo y me guió hasta su cama que tenía una sábana blanca, había agua, cremas, paños y demás implementos, yo poseía un estado caótico que se resumía entre éxtasis, placer y locura provocada por aquella, hasta ese día desconocida e increíble forma de hacer el amor, pero mi cuerpo sentía las consecuencias  de aquella tarde de goce, lujuria y locura; me dolían las nalgas, las piernas, la espalda, la cara, el ano, las muñecas, tenía hinchazón y moretones en la polla, en la cara, ya no había sangre a causa de sus uñas clavadas en mi culo, casi no podía caminar, ni entendía nada al despertar, algo entendía: me sentía dolorido pero feliz; ella me llevó a la cama, me recostó, me acarició, me indicó darme la vuelta de lado y darle mi pene y acto seguido comenzó a pasarme cremas, gasas, toallas,  y todos los elementos apropiados para curarme,  fue muy dulce y paciente en ese tramo, me preguntaba qué me dolía, me limpiaba… acariciaba… y besaba en lugares críticos, se disculpó y lloró, diciéndome que no quiso ser tan violenta ni cruel, la abracé y dije que estaba todo bien y que esa había sido la experiencia más maravillosa de mi vida, le sequé las lágrimas y nos besamos, automáticamente mi pene pasó de estar diminuto y flácido a estar imponente y rígido, ella lo notó y me dijo:

– Creo que siento muchas cosas por ti, y estimo que tú por mi también, eres divino, suave, tierno, muy valiente, atractivo y varonil, no suelo tener sexo con mis esclavos, salvo… que me enamore y sienta por ellos una atracción irresistible, además como todas -o casi todas- las mujeres deseo ser madre algún día y que mi niño posea un padre al que vea a diario, en síntesis, si nuestra relación crece, aumenta de intensidad, nos involucramos efectivamente, y nos enamoramos… y si todavía lo deseas… tendremos sexo, yo te ordenaré que me poseas muchas veces, pero no te ilusiones, eso no será hoy.

Enloquecí y mi alegría hizo olvidar los moretones y el dolor, estaba dispuesto a esperar a esta DIOSA del sexo, a esta AMA del placer, a esta REINA que me hacía delirar de solo verla. Después de esto conversamos el resto del día, me contó que era maestra jardinera, profesora de inglés y de gimnasia  y que tenía que trabajar en casas limpiando a causa de la crisis y de los bajos sueldos, la interrogué a cerca de cómo se había iniciado en esto y sus parejas, su relato me indicó que nunca había estado enamorada, que se había iniciado en este tipo de modo de vida por interés propio e investigando, según me dijo a los 17 años, se dio cuenta que su placer se daría si hacía sufrir a un hombre o a una mujer, lo cual también había hecho en varias oportunidades, aseguró -y le creí- que  jamás fue ni sería esclava ni sumisa de nadie, ahora tenía 26 años, vivía sola, era propietaria  de la casa donde habitaba, y dado su gran cantidad de trabajos vivía bien. Después de eso me vestí -con su ayuda- me acompañó hasta la puerta y me preguntó:

– ¿Habrá otra cita? ¿O fui muy violenta para tu gusto?

La miré y le dije:

– De mi parte habrá miles y miles de citas.

Rió y me besó suavemente en la mejilla y más suave y tenue en los labios, su perfume mezclado con los aromas de la noche me cautivaron, luego me fui.

Llegué a casa a las 22 h, me bañé y me acosté.

A partir de ese día mi vida cambió en muchos sentidos, primero me enamoré en serio muy profundamente de alguien, tuve mucho sexo, bueno y variado -con ella claro- me divorcié, me volví a casar -¿adivinan con quién?-, tuve dos hijos más, y pasé miles de tardes, noches y hasta mañanas de disciplina, dominio, azotes, humillaciones, ataduras… pero esas son otras historias que contaré en otro capítulo.

Autor: Carta de un lector remitida a la Revista Tacones Altos.

 

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