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LA MEJOR AMA DEL MUNDO | MI AMA CONOCE A MI HERMANA

Era viernes noche, y por tanto tocaba azotaina.Todos los viernes por la noche fuera la hora que fuera tenía que presentar a mi Ama las cuentas de la semana, aquella semana no tenía nada apuntado en mi cuaderno de castigos, pero daba igual, Ella no necesitaba motivos para darme una buena zurra,  es decir que unas veces me  azotaba para corregirme, y otras me daba digamos que una azotaina de mantenimiento, que la verdad, nunca viene mal, tanto para el sumiso como para el Ama, así pues le dije.

—Esta semana no tengo nada apuntado mi Señora. ¿Quiere que me ponga sobre su regazo, o prefiere que me apoye en la mesa?

—Vete a la mesa, tengo los pies helados y no me apetece quitarme la zapatilla, ve a por la correa marrón.

Mi Ama me azotaba sobre su regazo cuando me pegaba con la zapatilla, pero si lo hacía con la fusta, el cinturón, la vara, o algún pequeño látigo que tenía, siempre me castigaba estando yo apoyado sobre la mesa de madera de caoba del comedor.

Así que fui al armario de mi Señora, y cogí una correa marrón bastante gruesa y dolorosa, que la verdad nunca vi ponerse a mi Ama, por lo que deduje que la usaba sólo para castigarme.

Llegué al salón y le tendí la correa a mi Ama, y cuando me estaba desnudando para recibir mi castigo, sonó mi móvil, miré a mi Señora,  y con un leve movimiento de la barbilla me autorizó a coger el teléfono.

Era mi hermana, me dio mucha alegría ver que era ella, fue además de mi hermana, casi como una segunda madre pese que a era sólo tres años mayor que yo, pero al fin y al cabo era la única familia que me quedaba en el mundo, y la verdad siempre me llevé muy bien con ella, pese a que siendo un niño más de una vez y más de dos me calentó el culo a base de bien.

Estuvimos hablando animadamente, pero tengo que recordar que yo estaba a medio desnudar para recibir una tunda, y tampoco quería enfadar mucho a mi Ama, así que empecé las frases típicas para despedirme, pero cuál fue mi sorpresa cuando mi Señora me dijo que la invitara a cenar, para el sábado de la semana siguiente.

Y así lo hice, mi hermana aceptó encantada, quería conocer a mi nueva pareja, y me dijo que le diera las gracias por la invitación, y que el sábado siguiente nos veríamos.

Mi Ama aquella noche me perdonó el castigo, me hizo vestir otra vez, devolví el cinto a su sitio, y me hizo contarle con pelos y señales cosas de mi hermana, y de nuestra relación, y claro todo cambió cuando le dije que siendo yo un niño y ella una adolescente, cuando se quedaba a mi cargo me castigaba, y a veces con bastante severidad.

—Un momento un momento, cuéntame eso detenidamente. ¿Dices que cuando tu hermana se enfurecía te daba bien duro?

Entonces me senté en la alfombra a los pies de mi Ama, y empecé a contarle.

—Bueno, la verdad es que la recuerdo un par de veces realmente cabreada, y he de decirle que siempre fue culpa mía, yo creo que la paliza más gorda que me pegó fue la tarde que me encerré en el baño.

—¿Y cómo es que te encerraste en el baño?

—Pues nada fue una tontería, esa tarde estábamos los dos solos en casa como muchísimas tardes de nuestra infancia y adolescencia, ya que nuestros padres trabajaban fuera, y ni siquiera recuerdo el motivo que me hizo encerrarme en el baño, lo que sí que recuerdo es verla corriendo detrás de mí por la cocina, y yo medio en broma la esquivé y como era más rápido que ella pues fuimos corriendo por algunas habitaciones de la casa, yo la esperaba y cuando estaba a punto de agarrarme, esprintaba y me volvía a escapar, incluso tiraba alguna silla para ganar tiempo y para hacerla tropezar, todo ello  fue cabreando a mi hermana, hasta que me tuvo sin escapatoria, y como estaba en la puerta del cuarto de baño, pues entré como un rayo y me encerré echando el pestillo.

—PLOM PLOM ¡José abre la puerta ahora mismo !

—Noooo, que me pegas— le dije yo con toda la lógica del mundo.

—PLOM PLOM PLOM PLOM Abre la puerta, que te las estás ganando pero bien.

—Nooooooo, yo no he hecho nada.

—¿No la abres? Pues muy bien, ya la abrirás, pero cuando la abras prepárate.

—Nooooooooooooooooo por favor, no me pegues

—¡¡Tú prepárate!!

—Pero porqué, joder, siempre me pegas, ya estoy harto.

—Tú sigue… que te voy a arreglar el cuerpo.

—A la mierda.

—Muy bien, tú lo has querido, sal cuando quieras, pero te aseguro que cuando salgas vas a cobrar, pero bien, me las vas a pagar todas juntas, adiós.

Y allí me dejó muerto de miedo, enfadado, y sin saber qué hacer, cuando llevaba allí diez minutos, a mí me parecía llevar una semana, y empecé a llamarla.

—Mari Carmen… Mari Carmen… estás ahí, dime algo por favor.

Ella no contestaba, pero yo estaba seguro de que estaba detrás de la puerta, sin embargo seguía sin contestar, aquel silencio me estaba poniendo nervioso, y me dio por llorar y gritar, pero seguía sin abrir, de pronto me asusté con nuevos y tremendos golpes sobre la puerta.

—PLOM PLOM PLOM ¿Quieres abrir de una vez? ¿O quieres que tire la puerta abajo? Abre ahora mismo la puerta José o te juro que te pego un palizón que no lo cueces esta tarde.

—Pero júrame que no me vas a pegar.

—Abre la puerta ahora mismo.

—¿Pero por qué no me lo juras? Dije de manera muy infantil, lo que terminó de enfadar a mi hermana que estalló y dio dos puñetazos en la puerta que me aterrorizaron por completo.

—PLOMMMMMM PLOMMMMMMM, ABRE O TE MATO ESTA TARDE!!!!

Tal fue mi miedo que abrí sin pensar, y lo hice en el peor momento, ya que mi queridísima hermana, estaba que se subía por las paredes, harta de tanto potrearla, así que nada más salir del baño me dio un guantazo que me tiró al suelo, y desde ahí vi cómo se quitaba su zapatilla, yo ya sabía que me esperaba una buena, pero no podía imaginar el palizón que iba a recibir aquella tarde.

Se descalzaba igual que mi madre, levantaba la pierna hacia atrás y un poquito hacia al lado y con su mano derecha se quitaba la zapatilla como un rayo. Recuerdo que llevaba las típicas zapatillas de casa de cuadros, muy parecidas a las de mi madre, yo creo que así se sentía más mayor, más mujer, siempre ha sido muy seria y muy madura.

Aquella zapatilla de cuadros  tenía unos tonos muy vivos la recuerdo con muchos cuadros de distintos colores, pero sin duda predominaba el rojo con algo de negro, además tenían  la suela de goma amarilla y picaba como mil demonios, los primeros zapatillazos me cayeron en la cara, eso quería decir que estaba de verdad muy enfadada.

Tras el primer desfogue pronto me agarro del brazo y empezó a darme durísimos trallazos en el culo, por supuesto me daba todo lo fuerte que podía, la agilidad y la fuerza de una adolescente cabreada cayeron sobre mi infantil culo que se puso muy rápidamente como un tomate maduro, era tal la paliza que me estaba dando que de un fuerte tirón me solté de su mano y salí corriendo huyendo de aquel suplicio, pero en aquella ocasión no tenía donde encerrarme, ni por donde escaparme, así que mi hermana se fue para mí, aún más enfadada si cabía, pero segura de que me iba a atrapar,  ni siquiera se volvió a calzar la zapatilla , se fue a por mí con ella en la mano, cojeando al ir descalza de un pie y  amenazándome con que esto no había hecho nada más que empezar, pero al llegar al rincón del comedor donde me había refugiado no siguió azotándome, sino que me bajó el pantalón del chándal de un tirón dejándomelo por las rodillas, seguía sin soltar su zapatilla de la mano y nada más bajármelo empezó otro remolino de azotes que esta vez me hicieron aullar como nunca lo había hecho en mi vida, me llevo a rastras y a zapatillazo limpio hasta el sofá, allí se sentó y me puso en su posición favorita, es decir sobre su regazo pero echándome su pierna derecha por encima de las mías para inmovilizarme.

Puedo asegurarle Señora, que fueron los más duros, rápidos, y dolorosos zapatillazos que recibí hasta que la conocí a Usted, mi madre me pegaba mucho y muy duro, pero aquella paliza que me dio mi hermana nunca me la dio mi madre, fue un palizón de época, yo hacía toda la fuerza del mundo para intentar escapar de aquel tormento, pero eso sólo me supuso más y más duros zapatillazos, yo gritaba, lloraba, moqueaba, y sobre todo intentaba zafarme de aquel severísimo castigo, así que cuando llevaba unos cinco minutos en aquel infierno, cinco minutos son muchos minutos, me rendí, me dejé caer exhausto en el aquel cálido regazo, entonces mi hermana se sintió victoriosa por fin, y también se relajó un poco, y ya como traca final empezó una charla muy divertida para ella, pero no tanto para mí.

—¿Te vas a volver a encerrar? PLASSSSSSSSSSSSSS

—Noooooooooooooooooo auuuuuuuuuuuuuuuuu

—¿Me vas a volver a desobedecer? PLASSSSSSSSSSSSSSSSSS

—Noooooooooooooooooo ahhhhhhhhhhhhhhhhh

—¿Vas a correr más delante de mí? PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSS

—Auuuuuuuuuuuuu nooooooooooo, buaaaaaaaaaaaaa para por favor.

Ahora me daba los zapatillazos muy espaciados, pero muy muy duros, yo veía con el rabillo del ojo como subía el brazo todo lo que podía para que el zurriagazo fuera lo más duro posible, y además se mordía el labio inferior en un gesto que denotaba rabia contenida.

—Si te vuelves— a encerrar– en el baño –o a correr –delante de mí,– te juro– que no paro– hasta que te rompa –la zapatilla en el culo,– golfo, –más que golfo,– sinvergüenza…

Esta retahíla de amenazas y advertencias las iba trufando alternándolas con cada zapatillazo que veía las estrellas, cuando creía que no me podía doler más, me daba algún azote en los muslos que me hacía brincar literalmente sobre su regazo y por supuesto aullar de puro dolor.

Cuando se hartó de pegarme, me mandó a mi habitación castigado, me fui casi a gatas porque no podía andar, y a la media hora fue a ver cómo estaba, cuando mi hermana vio mi culo se asustó, yo entonces  me vi por primera vez  en el espejo el estropicio que había hecho, tenía los muslos como el gambón rojo y el culo en muchos sitios morado, en otros escarlata, y había un punto que casi sangraba, tal fue la azotaina que apenas se vislumbraba la suela de la zapatilla como pasaba en otras tundas que había recibido.

Entonces me echó crema, me dio besos y me dijo que estaba muy enfadada porque la había obligado a darme ese palizón, que fue todo porque se había puesto muy nerviosa al verme encerrado en el baño, tanto se asustó que lloró conmigo, ella de angustia y yo de dolor.

Cuando llegó mi madre no le dijo nada de la zurra como solía hacer cada vez que me pegaba, lo que siempre me valía una nueva regañina de mi madre, e incluso algún azote, pero esta vez se calló por miedo a que mi madre viera la carnicería, sólo en la cena mi madre se dio cuenta de que algo pasaba al verme como me sentaba a cenar, nos miró a ambos pero no dijo nada… bueno y eso es todo ¿Le ha gustado a mi Ama?

—Guau que historia.

—¿Le ha gustado a mi Señora?

—Esto te lo tenías muy callado, imagino que tu gusto por la zapatilla viene de ahí, ¿no?

—No exactamente Señora, mi gusto por la zapatilla y los zapatillazos no viene ni de mi madre ni de mi hermana ni de las palizas que me dieron, mi gusto viene de una vecina como le conté en otra ocasión, pensando en esa vecina me masturbé cientos de veces pensando que estaba bajo su zapatilla.

—Siempre has sido un perrito vicioso ¿verdad?

—Siempre mi Ama, pero nunca tan feliz cómo lo soy con mi Señora.

—Pues cómeme el coño anda, y más vale que lo hagas bien, sino, la paliza que te dio tu hermana te va a parecer una caricia.

Aquella comida de coño que le hice a mi Ama fue absolutamente gloriosa, cómo ya estaba en el suelo, sólo tuve que arrodillarme, y meterme entre sus piernas, le bajé bragas con la boca como a ella le gustaba que le hiciera su perrito, y me encantó comprobar que estaba mojada, que digo mojada, estaba empapada, le había encantado la historia que le había contado y eso me gustaba y enorgullecía al mismo tiempo, me excitaba saber que mi Ama también se ponía caliente con historias de azotes, así que me afané como nunca y le arranqué a mi Señora dos potentes orgasmos en el intervalo de 15 minutos que nos dejaron a ambos derrengados pero felices, tanto que mi Ama aquella noche me dejó no sólo dormir con ella en la cama, sino también quedarme durmiendo abrazado a Ella.

Ahora quedaba una semana para que mi Ama y mi hermana se conocieran, y yo ya estaba nervioso por ello, pero eso se lo contaré en el próximo  relato.

Continuará…
 Autor: Slipper

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