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LA MEJOR AMA DEL MUNDO | EN UN HOTEL

Las cosas nos iban divinamente, por lo que decidimos, bueno lo decidió mi Ama, ir de turismo a las Islas Canarias, conocimos varias islas en las dos semanas que estuvimos por allí.

 Ya llevábamos varios días de ajetreo y ese viernes estábamos muy cansados, y mi Señora dijo de quedarnos en el hotel a cenar y descansar un poco, Ella me dijo lo que tenía que pedir para que lo subieran a la habitación, lo hice rápida y solícitamente como a ella le gustaba, y cuando me disponía a echarme a sus pies mientras Ella leía, como solía hacer en mi poco tiempo libre, me dijo:

—¿No recuerdas que día es hoy, cariño?

—Viernes mi Ama.

—¿Y qué  pasa los viernes?

—Es el día de mi castigo mi Ama. Esta semana no hay nada apuntado en el cuaderno.

—¿Ah no? Eso está muy bien, pero te voy a castigar igualmente, ¡¡desnúdate perro!!

—Si mi Señora, ahora mismo.

Hubo un cambio súbito de humor en mi Señora que en ese momento no identifiqué su causa, y mientras me desnudaba vi como mi Ama se descalzaba su zapatilla negra que tan bien conocía desde aquella primera noche, dando una patadita hacia delante la hizo  salir de su pie derecho y con su gracia natural la recogió con su mano, y se dio dos azotitos en su muslo para que yo no tuviera ninguna duda de donde debía colocarme.

Desde el primer zapatillazo, noté que me pegaba con rabia, no dijo nada hasta que me había dado no menos de 50 fortísimos zapatillazos.

—¿Te quieres estar quieto ya o quieres que continúe la paliza en el balcón?

—Lo siento Señora, ya no me muevo más.

La zurra continuó con el mismo ímpetu con la que comenzó, a mí se me saltaban las lágrimas de puro dolor, menudo palizón me estaba dando, y  aún no sabía por qué.

Cuando ya no sabía qué hacer ni como ponerme sobre el regazo de mi Ama, esta me dijo acompañándolo de severos zapatillazos.

—¿TE DUELE VERDAD? PLASSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSS

—SI SEÑORA MUCHO.

—PUES QUE SEPAS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSS, QUE NO ME HA GUSTADO PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSS QUE ME DIJERAS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS QUE NO HABÍA NADA PLASSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS APUNTADO EN EL CUADERNO DE CASTIGO PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSS QUE SEPAS PLASSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS, QUE SI YO DIGO PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSS QUE ES VIERNES PLASSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSS, LO QUE TOCA ES CASTIGO PLASSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSS ENTIENDES?  PLASSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSS   O TE LO TENGO QUE REPETIR ? PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

Aquella interminable salva de fortísimos zapatillazos completaron la que sin duda era la más dura de las palizas que mi Ama me había dado hasta aquel día, pero aprendí la lección, si era viernes, tocaba azotaina, hubiera habido o no errores.

Me puso el culo como un Santo Cristo, los muslos estaban de color escarlata, y el culo tenía algunas zonas violáceas, y además  se veían numerosas señales de la silueta de la zapatilla de mi Ama.

Tras aquella monumental paliza, me mandó al rincón a reflexionar, unas veces me mandaba ponerme de pie y otras de rodillas, y siempre con las manos en la nuca, este día estaba enfadada y me puso de rodillas, de rodillas era un suplicio porque a Ella le gustaba que estuviera bien erguido y con el culo castigado bien visible.

Cuando estaba cinco minutos de rodillas y  aún con el culo hirviendo oí que llamaban la timbre, debía ser la cena, enseguida me envaré , me puse rojo como un tomate, afortunadamente estábamos en una suite, y nuestra habitación tenías dos grandes cuartos además del aseo, y yo estaba en el cuarto más interior y seguramente nadie me vería, pero mi Ama tenía otros planes.

—Pase por aquí por favor, deje el carro junto a la cama, gracias.

Casi me da algo al oír aquel carrito que traía nuestra cena, mi Ama iba indicándole a la joven camarera donde debía dejar nuestras viandas.

La chica se debió de quedar de piedra al verme de rodillas, con el culo bien azotado y con las manos en la cabeza, aún no sé por qué pero al mirar a mi Ama, me excité, y mi erección empezaba a ser visible, muy visible.

La chica, aunque parecía también avergonzada, no paraba de mirar mi culo, y aunque no decía nada, miró con un gesto mitad curiosidad mitad inocencia  a mi Señora, y  Ella como si fuera lo más normal de mundo le dijo.

—Ah, no te preocupes, es mi perrito que se ha portado mal, y ¿qué le pasa a los perritos cuando se portan mal con su Ama? Díselo tú, perrito.

—Lo que pasa cuando no me porto bien con mi Ama, es que me castiga con unos azotes, señorita.

—Dile con te he pegado, no seas soso, perrito.

—Mi Ama me ha pegado con la zapatilla señorita.

La pobre chica no salía de su asombro, estaba siendo testigo de una escena de película BDSM en primera persona, y además en su lugar de trabajo.

—Dale una propina a esta chica, no seas desconsiderado.

—Si mi Ama, ahora mismo.

Me levanté como un rayo  en busca de mi cartera, cogí un billete de 5 euros y me dispuse a dárselo, pero mi Ama me frenó en seco.

—No seas miserable perrito, ¿le vas a dar 5 euros a la chica con el espectáculo que le estás dando?

—Lo siento Señora—. Volví sobre mis propios pasos y cambié el billete de 5 por uno de 20, y se lo di a la camarera que no se le cerraba la boca de su propio asombro.

—¿Se puede saber que desfachatez es esta, perrito?

Mi Ama se refería a mi erección que por alguna razón era incapaz de controlar.

—¡¡¡Ven aquí ahora mismo!!!

Cuando llegué a su altura de pegó un bofetón que me cruzó la cara, sonó en aquella habitación como un cañonazo.

Después se hizo un silencio ominoso, me sentí avergonzado, y humillado.

—¡¡Mírame!!

Cuando volví a mirar a mi Ama, me volvió a dar otro guantazo que hizo que me trastabillara.

—¿Ese es el respeto que te he enseñado yo que le debes a las mujeres?

—Lo siento mucho mi Ama.

—Primero le quieres dar 5 euros, y después te paseas delante de esta pobre chica como si fueras un macho cabrío, ¿esos son los modales que te ha enseñado tu Ama?

—No lo he podido evitar mi Señora, pero no volverá a ocurrir, lo siento de veras.

—¿Lo sientes? Ahora sí que lo vas a sentir, ¡¡tráeme la vara!!

—Si Señora.

Me encaminé al armario donde guardábamos la vara que mi Ama se había traído según ella por si me desmandaba, cuando se la tendí, le dijo a la camarera.

—Azótalo tú, tú eres la ofendida y a ti te corresponde aplicarle el castigo.

La muchacha puso una cara de no saber qué hacer, por un lado estaba claro que no le atraía nada azotar a nadie, y menos a un desconocido, pero por otro estaba claro que tampoco se veía con fuerzas para desobedecer a mi Ama, era como si estuviera subyugada  por ella, y no la culpo, yo sabía lo que era eso.

El caso es que la chica agarró la vara que mi Ama le brindaba, y tras ponerme en posición apoyado sobre el escritorio y totalmente desnudo, me descargó al menos 30 varazos, que si bien es cierto que algunos fueron flojitos, también tengo que decir que animada por mi Ama, me dio algunos otros que fueron auténticos azotazos que me hicieron aullar hasta casi quedarme afónico, la paliza que mi Ama me había dado antes con la zapatilla me había dejado el culo para pocas bromas, y los gritos de dolor que me arrancó aquella vara salieron de lo más profundo de mi ser.

Cuando mi Señora paró el castigo, me fui de rodillas hasta mi verduga, y besándole los pies le pedí perdón por mi conducta, miré a mi Ama, y vi en su cara un gesto de satisfacción por mi comportamiento.

—¿A qué hora terminas de trabajar esta noche cielo?

—A las once y media Señora.

—Porque no te vienes cuando acabes, y nos tomamos una copa aquí?, seguro que lo pasamos bien querida, quiero  resarcirte por el mal rato que te ha hecho pasar este patán.

—No se preocupe por eso Señora, pero aquí estaré cuando termine mi turno, gracias.

Cuando se fue la chica, mi Señora se dispuso a cenar, y me dijo.

—Te debería de castigar sin cena, pero creo que te va a hacer falta esta noche, hoy quiero que cenes sentado, aquí junto a tu Ama.

Mi Ama cuando me expuso las reglas que debería de cumplir, me dijo que comería como un perrito en el suelo sólo cuando estuviera castigado, el resto de las veces comería sentado con ella, eso sí con mi obligación de quitar y poner la mesa por supuesto, como una pareja casi “normal”. Pero hoy, pese a estar castigado, mi Ama quería que me sentara junto a Ella, y realmente me atrevería decir que aquel fue el peor castigo de la noche, las dos azotainas que recibí en tan corto espacio de tiempo hicieron que me culo estuviera tan  hinchado y dolorido que no podía estar sentado de ninguna manera, nunca jamás me movido tanto sentado en una mesa, y he estado tan incómodo y dolorido.

—¿Qué  te pasa cielo? te noto incómodo. Me dijo mi Ama con todo el sarcasmo del mundo.

—Nada, no es nada mi Señora, estoy bien.

Entonces con una sonrisa en sus labios se levantó, me besó y sentó encima de mí. Mis sensaciones no podían ser más encontradas, por un lado estaba en la mismísima gloria, mi Ama me había besado en la boca (no se prodiga en demasía en estos menesteres) y me abrazaba sentada encima de mí,  pero por otro lado, su propio peso me producía un dolor en mi culo y muslos que casi provocan mi desmayo.

—Esta noche tengo ganas de sexo, y me voy a divertir con esa potrilla, espero que estés a la altura Me susurró al oído.

—Haré todo lo que esté en mi mano para que mi Ama disfrute.

—Buen perrito, quizá te premie y todo.

Llamaron a la puerta tres minutos pasados de las once y media, fui a abrir a instancias de mi Ama, por supuesto todavía desnudo, y como era de esperar, era la camarera.

Sin el uniforme era aún más guapa, no debía de tener más de veintipocos años, tenía además un tipazo que el uniforme tapaba en gran medida, pero que el vestido que llevaba realzaba de una forma espectacular.

Cuando mi Ama la vio, se levantó, se fue hacia ella y la besó, la besó en la boca con pasión, con su mano derecha le sujetaba la nuca a la joven y con la izquierda la abrazó, con aquel beso la estaba tomando, haciendo suya, la camarera se estaba derritiendo y cuando estaba totalmente entregada a mi Ama, ésta se separó de ella y le dijo.

—Con calma, tenemos toda la noche, tú, sírvenos champán— me dijo con cierta soberbia, y así me dispuse a hacerlo, como sólo había dos benjamines en el nevera del hotel, pronto mi Ama mi ordenó que pidiera más al bar, y me dijo.

—Pide el Mumm ese de cuando nos conocimos, y por cierto, es francés, no es alemán, pedazo de burro, el otro día me hiciste quedar mal, recuérdame que te castigue por ello.

—Si mi Señora, yo se lo recuerdo.

Mi Ama cabalgó el joven y lozano cuerpo de aquella chica canaria de una forma tan sensual, que estuve a punto de correrme varias veces, menos mal que mi Señora me dio trabajo y me mandaba limpiarles las corridas de sus coños, y tanto interés ponía que hacía que las dos mujeres se corrieran otra vez en mi boca.

Como culmen al festín lésbico, mi Ama me ordenó sacar el strap-on, quería penetrar a su joven amante, y yo fui el encargado de prepararlas, primero le coloqué a mi Señora las correas que sujetaban aquel pene de cuero que yo ya había sentido dentro de mi culo, y después lamí el culo de la camarera que resultó ser una sumisaza viciosa que mi Ama caló desde el primer momento, mientras chupaba y lamía aquel culazo de la chica canaria, esta se volvió a correr, lo que le valió un sonoro azote de mi Ama, que apartándome de un tirón la empezó a encular sin miramientos.

La muchacha gemía como una perra doblada sobre la mesa del escritorio mientras mi Ama la sodomizaba, y le daba cachetadas en aquellas nalgas redondas y espectaculares.

—¡¡¡Cómeme el culo perro!!!

Me lancé como si me fuera la vida en ello y me puse de rodillas detrás de mi Ama a comerle su maravilloso culo, no era fácil ya que los continuos movimientos que producían sus embestidas dificultaban mucho mi trabajo, pero me las arreglé para lubricar, lamer, chupar, y penetrar con mi lengua aquel agujero sagrado.

—Pégueme Señora por favor.

—Te gusta que te pegue, ¿verdad puta?

—Oh si Señora, mucho.

Los azotes que le dio mi Ama a aquella jovencita, puedo asegurar que fueron de los más duros que le vi dar nunca, pero ella siempre quería más.

Finalmente se corrieron las dos casi al unísono, y quedaron para otra noche, donde mi Ama le daría una buena paliza, pero como dios manda, mano, zapatilla, cinturón , vara… en esa ocasión la pobre chica ya no pedía más azotes, ahí solo pedía perdón, y  juraba obediencia eterna.
 Autor: Slipper.

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