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LA COLEGIALA DOMINANTE

Marta fustigó la amplia y musculosa espalda de Jose, su padrastro, con todas las fuerzas y el entusiasmo que le permitían sus juveniles brazos.

El látigo de siete colas restalló con morbosa violencia encima del cuarentón, que irremisiblemente dominado por una niñata de dieciocho años y a pesar de poseer el cuerpo de un veterano culturista, solo podía limitarse a soportar sumisamente las numerosas y ocurrentes torturas a la que le sometía su hijastra.

Casado desde hacía cinco años con la madre de Marta, Jose intentó en un principio doblegar el díscolo carácter de la niña con escaso éxito, pues por más que la castigaba, nunca consiguió quebrar la férrea e indomable voluntad de la rebelde colegiala, todo lo más, tan solo pudo ganarse la eterna enemistad de ésta y en su decimo octavo cumpleaños, la promesa de que cuando menos se lo esperara, Jose le pagaría con creces todas las afrentas que le había infringido durante aquel lustro.

Una noche y aprovechando que su madre se hallaba en el turno de madrugada, la muchacha se metió en la cama de Jose y le hizo una felación que hizo correrse, con un gran orgasmo de por medio, a su padrastro en tiempo récord.

Avergonzado, Jose le pidió que no contara nada a su madre y Marta, le contestó riéndose cruelmente de tan lastimoso ruego.

Ya era demasiado tarde… La joven había grabado la conversación con el móvil y se la había enviado a una amiga suya.

Si  Jose no quería que su esposa se enterara de lo sucedido, debía convertirse en el esclavo de aquella sádica dominante, vestida con un cortísimo y escueto uniforme de colegio privado…

Lo primero que hizo Marta, fue desvirgar el culo de Jose utilizando guantes de látex y lubricante, introduciendo para ello en el recto de su padrastro un dedo tras otro, hasta lograr meterle los cinco.

Todas las mañanas o tardes, cuando la madre de Marta trabajaba, Jose debía someterse a los caprichosos y sádicos antojos de su nueva Ama.

Primero: media hora de adoración del pie, que incluían chupada del dedo gordo, lametones en la planta de los pies y besos en el empeine.

Segundo: Otra media hora de penetración anal con un consolador de correas, que el sumiso le había comprado a su joven Ama, obedeciendo las órdenes de ésta. Con el tiempo, los consoladores fueron aumentando de tamaño, hasta llegar al grosor y longitud de un brazo, que era con el que actualmente Ama Marta se follaba a su sumiso.

Tercero: Ama Marta colgaba pequeñas pesas de los testículos de su sumiso, hasta verlos bien estirados y colganderos.

Cuarto: Pocos meses después del comienzo de la sumisión de Jose, la joven Ama, se trajo a casa a merendar a sus amigas de clase. Todas juntas humillaron al pobre sumiso, que se vio obligado a lamerles los pies a todas aquellas risueñas niñatas, una a una.

Un año después de convertirse en el sumiso de Ama Marta, Jose se divorció de su esposa y le compró un piso a su hijastra, para que la joven pudiera montar allí su mazmorra, donde adiestraría a sumisos cuarentones y de más edad.

Ahora Jose era un hombre nuevo, su voluntad se había quebrado de una manera total y absoluta y solo vivía para satisfacer los deseos de su joven Ama y Señora, a la que idolatraba.

Gracias a ello y por todos los méritos acumulados, Ama Marta se graduó con Matrícula de Honor en la Escuela para Jóvenes Amas de Lady Monique de Nemours.

Autor: Laurence.

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