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FEMDONIA – LA CASA RURAL (FINAL)

|Sería recomendable leer la primera parte del relato|

 

La cena transcurrió sin más novedades, las chicas (madre e hija) estaban exultantes, muy animadas bebiendo vino de forma generosa algo no habitual en ninguna de las dos, hablando sin parar y planificando el día siguiente.

Me gustaba ver a mi Señora así, cuando estaba satisfecha sexualmente su humor era maravilloso, y no sólo estaba recién satisfecha, sino que en breve tendría otra sesión que la colmaría, ella lo sabía, y yo lo sabía y ambos estábamos contentos. Por otra parte la que también estaba eufórica, y más con el vino, era Nadia, estaba radiante, con su mata de pelo preciosa, y todas sus curvas que la hacían cada día más voluptuosa. Fue ella la que propuso un juego de mesa para después de la cena, y  aunque a ninguno nos apetecía demasiado su madre quiso complacerla, y todos sabíamos que si Pepi quería, todos jugaríamos al juego de mesa.

Yo acepté encantado la propuesta del juego, pese a que en ese momento mi Señora me estaba acariciando mi pantorrilla con su zapatilla por debajo de la mesa, de vez en cuando me miraba furtivamente lo que le daba a la situación aún más morbo, notaba su zapatilla por mis corvas, la cara interna de mis muslos, hasta que llegaba a mis partes, en ese momento se le cayó la zapatilla al suelo, pero pese a que hizo su característico ruido sordo al caer al suelo, nadie la oyó, por lo que siguió las caricias con su pie desnudo, me pisaba mi aparato y mi erección era de caballo, por supuesto por las caricias, pero yo creo que sobre todo por la situación tan morbosa y por sus miradas tan excitantes. A punto estuvo de correrme, pero quitó su pie de mi regazo en el momento justo, de lo cual me alegré, porque quería reservar todo mi potencial para cuando estuviéramos en la cama, presentía que me haría falta dicha energía, y no me equivocaba.

La partida transcurrió con más pena que gloria sobre todo para el equipo de los chicos; las mujeres nos dieron una buena paliza (no sería la última de la noche), y tras burlarse un ratito de nosotros y obligarnos a quitar la mesa y fregar los cacharros nos dimos las buenas noches y nos despedimos hasta el día siguiente.

Pepi salió del baño y antes de acostarse pasó por la cocina donde yo estaba terminando de colocar todo, y me dijo:

—Venga, termina, que tú y yo tenemos asuntos pendientes…— Se quedó mirándome y apremiándome para que acabara.

—Ya, amor mío, voy al baño y ya estoy en la habitación—. Salí de la cocina en dirección al baño y al pasar junto a ella, me dio un azote, en el culo a mano abierta, y me dijo.

—Plasssssssssss. Toma, esto es para que vayas sabiendo lo que te espera…

Mi respuesta fue una mirada llena de amor, y un beso por el aire, y ella me dijo.

—Vicioso, ¡¡¡ahora te enseñaré yo!!!

Cuando entré a nuestra habitación Pepi estaba sentada en un lateral de la cama, llevaba un camisón color crema muy excitante que le llegaba sobre los muslos y rematado con puntillas tanto en el escote como en la parte inferior, con la pierna derecha cruzada sobre la izquierda y las zapatillas que seguían calzadas en chancla, las palmas de las manos apoyadas en el colchón, y al verme, me indicó que fuera hacia ella con su dedo índice, cuando estaba a menos de un metro de ella, estiró su pierna derecha y puso la suela de su zapatilla en mis partes, presionándomelas, al notar el contacto de aquella suela de goma amarilla que tantas veces me había azotado sobre mis partes, me puse cardíaco, la excitación se apoderó de mí, y más aún cuando me dijo:

—¡¡¡Dámela!!!

Yo me quedé que no sabía a que se refería, ella al darse cuenta me volvió a decir:

—La zapatilla, dámela.

—Si Señora —.  Se la descalcé como si hubiera sido el santo grial, y se la tendí.

—Quítate el pijama, y los calzoncillos… ¡¡¡y ya sabes donde te quiero!!!

Fueron casi dos horas inolvidables e inenarrables, me dio un palizón con su zapatilla como no recuerdo haber recibido  en toda mi vida ( y eso que no han sido pocos), después de aquella monumental azotaina que empezó sobre su regazo y acabó sobre la cama, tuvimos sexo de todos los colores, en todas las posturas que creo que existen, de vez en cuando me volvían a caer una salva de zapatillazos para recordar quien mandaba allí, y para mantener mi excitación en todo lo alto. Acabamos exhaustos, sudorosos, y cansados, pero felices muy felices y muy enamorados, aquello era el Paraíso.

En la parte de arriba de la casa, se libraba otra batalla.

Subían los dos hermanos las escaleras, Juan le miraba el culo como hipnotizado a su hermana, la verdad es que ya era toda una mujerona, con curvas voluptuosas, unas caderas redondeadas y unos pechos enormes e enhiestos, eran casi como balones de balonmano.

—¿Tú crees que estarán follando ya?

—¿Qué dices Claudia?

—PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS ¿Cómo me has llamado?

—Perdón Nadia, perdón Nadia, lo siento de veras perdóname Nadia.

Claudia se había cambiado su nombre hacía un año, odiaba ese nombre, así que fue al registro con su madre y se lo cambió por el de Nadia, odiaba cuando la llamaban por su antiguo nombre, y ahora que se lo había llamado su hermano se iba a desquitar.

—Te aseguro que te voy a pegar una paliza que te vas a acordar mientras vivas.

—No por favor, Nadia, te juro que fue sin darme cuenta, fueron muchos años llamándote… así  ( dudó si pronunciar otra vez aquel nombre y optó por no hacerlo) y me he equivocado, pero te juro que no volverá a pasar.

Nadia se sentó en la cama, y le dijo a su hermano.

—¡¡¡Ven aquí!!! Le señaló con su dedo índice a un metro de sus pies.

—Sí, Nadia, ya voy.

—¡¡¡De rodillas!!!

Juan se asustó, estar de rodillas ante aquella mujerona asustaba, es cierto que era su hermana, pero también era cierto que le tenía miedo, veía en su mirada algo extraño desde hacía un poco tiempo.

—Antes te he hecho una pregunta. ¿Crees que están follando ya?

Juan se puso rojo como un tomate, le daba mucha vergüenza que le hablaran de esos temas de su madre, y mucho más que fuera su hermana la que lo hiciera. No lograba articular palabra.

Plassssssssssssssss, otro bofetón cruzó su mejilla izquierda. —¿No sabes contestar a tu hermana?

—No lo sé, Nadia.  Dijo el pobre Juan sin que apenas le salieran las palabras del cuerpo.

—¿Estás rojo? ¿Te da vergüenza hablar de que madre folle?

Al pobre Juan era cierto que le daba mucho corte hablar de aquello, pero también era verdad que se estaba excitando al oír a su hermana hablar de aquella manera tan directa y tan soez, estaba allí arrodillado ante ella, no sabía si mirar a la cara, o a su imponente busto, o al espectacular coño que se vislumbraba tras su apretado pijama, o a esas maravillosas zapatillas chinelas de color rojizo con tres mariposas pequeñas a modo de adorno en el empeine, abiertas por detrás y con suela de goma amarilla, su madre tenía otras iguales solo que eran granates, las de su madre las había “catado” en más de una ocasión, y estaba seguro de que aquellas no tardaría en hacerlo, la zapatilla derecha no paraba de balancearse en el pie de su hermana, pero vio como ese pie avanzaba hasta su entrepierna…

—Vaya vaya vaya, pero ¿qué tenemos aquí? pero si mi hermanito ¡¡¡está duro como una piedra!!! ¿Es que te gusta oír que madre está follando? ¿o te gusta que te tenga aquí de rodillas entre mis piernas? ¿o te gusta que te pegue? ¡¡¡¡Contesta!!!!

—No… no se Nadia.

—Yo me creía que sólo te gustaba que te pegara madre. Porque te gusta que ella te pegue, ¿verdad?

—Noooo…

—Plassssssssssssssssssssssssssssss, ¡¡¡a mí no me mientas!!! ¿Es que te crees que no te veía cuando eras más pequeño cómo olías sus zapatillas  después de cada tunda que te daba? ¿o cómo te azotabas con ellas cuando creías que nadie te veía? ¿o te crees que no vi cuando te pegó la última vez, la erección de caballo que llevabas debajo del chándal?

Juan no se podía poner más colorado, y la cara se le puso al menos a 42 grados, sobre todo las orejas. No tenía ni idea de que su hermana conociera sus secretos más perversos, y más depravados, se sentía fatal por ser así, se creía un pequeño monstruo por excitarse con las palizas que le daba su madre, y por hacer todo lo que hacía con sus zapatillas, ese fetichismo insano y casi enfermizo le hacía sentir mal, pero ahora que sabía que su querida hermana lo conocía, ya no podía sentirse peor.

—Es verdad que me gusta que me pegue madre, pero al segundo zapatillazo ya estoy arrepentido, ya sabes que ella pega muy fuerte, y me da cada paliza que me deja “baldao”, pero es verdad que después cuando me veo las marcas y cuando siento ese picor y escozor en el culo me gusta mucho, no lo puedo evitar, pero por favor no le digas a ella nada, si se entera es capaz de matarme en una paliza.

—Jajaja, tonto, ¿cómo te va matar? Además, ahora la veo mucho más contenta, y menos estresada, debe ser que Ramón la folla bien ¿no crees?

—¿Sabes que madre también le pega a él? Juan se sintió contento por poder contar a su hermana un secreto de la familia. Ahora que sabía que su hermana conocía todos sus secretos se empezaba a sentir mucho más aliviado, era como si se hubiera quitado un peso de encima, además su queridísima hermana no se lo tomó tan mal, le quitó importancia, de pronto todo volvía a ser maravilloso.

—No lo sabía, pero lo imaginaba, conociendo a madre jajajaja.

—Una noche los vi en el sofá del salón, y te aseguro que mamá le dio una tunda con su zapatilla de las buenas.

—Mañana le diré a madre que los espías.

—Noooooooooooooooo, por favor Nadia, por favor— Juan no podía creer que su hermana le hiciera esto, si su madre se llegara a enterar de que los espiaba no podía imaginar lo que hará con él.

Nadia, ajena a los pensamientos de su hermano,  dio una pequeña patadita y la zapatilla derecha salió disparada…

—Dámela, no creas que se me ha olvidado que me has llamado Claudia.

—Si Nadia, tómala.

La chica obligó a su hermano a ponerse de pie, le bajó de un tirón tanto el pijama como el calzoncillo y de un tirón lo tumbó sobre su regazo con el culo al aire.

Plassssssssssssss plassssssssssssss plassssssssssssssssss plassssssssssssssss plassssssssssssssss plassssssssssss plasssssssssssssss plasssssssssssssss plassssssssssssssssss plasssssssssssssssss, la primera salva de zapatillazos no fue precisamente de broma, la zapatilla impactaba en el culo del chaval que mordía el edredón de aquella cama desconocida, no quería por nada del mundo que su madre oyera aquella azotaina y tener que darle explicaciones que a buen seguro iba a pedir.

Plassssssssssssssssss plassssssssssssssss plassssssssssssssss plasssssssssssssssss plasssssssssssssss plassssssssssss plassssssssssssss plasssssssssssss plasssssssssssssssss plassssssssssss plasssssssssssssssss plassssssssssssssss plasssssssssssss plassssssssssssssss Juan no podía evitar las lágrimas que afloraban a sus ojos de una forma incontenible, su hermana le estaba dando una tunda que no tenía nada que envidiar a las de su madre, el pobre chaval se movía sobre el regazo para evitar la zapatilla, pero no le valía para nada, fueron diez minutos durísimos, todo el que ha probado la zapatilla, sabe que una azotaina de diez minutos es un castigo muy muy duro, pues bien ese fue el que sufrió aquel adolescente en aquella casa rural .

Jadeando, Nadia se quitó a su hermano de encima de su regazo y este cayó al suelo junto a la cama… y tras tomar un poco de aire le dijo:

—¿Cómo crees que reaccionará madre al saber que la espías cuando folla con Ramón y cuando lo azota?

—Por Diossssssssssss Nadia, por lo que más quieras, te lo ruego, no se lo puedes decir, me muele a palos, tú la conoces, tú sabes que a mí no me pasa una…

—¿Te tocas después de espiarlos? Y no me mientas o te juro que se lo digo todo.

Juan empezó a llorar de una forma inconsolable, se agarró a las piernas de su hermana como si fueran su última tabla de salvación, y siguió sollozando sin parar de pedir perdón.

—Dime una cosa, ¿qué te gusta más, cuando follan o cuando mamá le pega?

—Cuando le pega.

—¿Estás todavía empalmado Juan?

—Lo siento.

—Plassssssssssss, no lo sientas, contéstame.

—Auuu, si, si estoy empalmado Nadia, no lo puedo evitar, perdóname.

—Nunca pidas a una mujer perdón por empalmarte ante ella, al fin y al cabo eso es siempre un halago para ella… pero no es justo que tú estés pasándolo bien y yo no, ¿verdad?

—No Nadia.

La chica se levantó, y se quitó el pijama, aparecieron ante los ojos de su hermano un tanga negro que  dejaba muy poco espacio a la imaginación, el pobre chaval empezó a respirar de una forma muy ronca, la excitación le invadió, y más cuando su hermana se quitó el pijama de arriba y aparecieron sus rotundas tetazas embutidas en un mínimo sujetador blanco que apenas podía sujetar aquellas maravillas, se acostó a lo ancho de la cama y  dijo:

—No has estado nunca con ninguna mujer ¿verdad?

—No Nadia…

—Dame mi zapatilla

Juan le dio la chinela a su hermana que seguía cómodamente acostada.

—Ésta es por si te tengo que corregir, pero no creo que me haga falta, ¿verdad? solo tienes que hacer lo que te vaya diciendo, lo vamos a pasar muy bien.

—Si Nadia.

—Chúpame los dedos de los pies.

La joven se quedó gratísimamente sorprendida con la diligencia y el interés que ponía su hermano en aquella tarea, lamía con fruición cada milímetro de cada uno de sus dedos, pronto siguió –siempre a órdenes de su hermana- por las plantas de los pies, el chaval fue subiendo poco a poco, y pronto se situó entre aquellos rotundísimos muslos, en aquel momento, su hermana dejó la zapatilla sobre el colchón-sabía que no le iba a hacer falta- y agarró a su hermano de los pelos, para colocarle su boca sobre su coño.

—Cómeme entera, bájame las bragas con la boca, rápido mmmmmmmmmm siiiiiii

—Si Nadia, si. Lo hizo de una forma muy rápida pero tierna a la vez.

Entonces se lanzó sobre el encharcado coño de su hermanita y lo devoró, ésta lo guiaba con sus manos, pero el muchacho tenía un sexto sentido, hacía aquel trabajo a la perfección y pronto empezó a ayudarse de sus dedos para llevar a su hermana al éxtasis, pero esta no se lo iba a poner tan fácil, se dio la vuelta, y le dijo:

—El culo, cómeme el culo, y no procura que me guste o te juro que te rompo la zapatilla en el tuyo esta noche.

—MMMMMMMMMMMMM Si Nadia, si, te comeré el culo y lo que tú quieras, me gusta mucho hacer esto.

Sin tener ni idea de por donde empezar Juan metió su nariz en medio de la raja del culo de su hermana, y le encantó oír el gemido de placer que se le escapó a esta, esto le animó, y empezó a pasar la lengua de arriba abajo por todo el ano, lo hizo con tanta pasión, y su lengua trabajó tan bien, que su hermana solo tuvo que meter su mano por debajo y acariciar levemente su coño para alcanzar un orgasmo que si no llega a amortiguar con el edredón que cubría la cama, a buen seguro que se hubiera oído en el piso de abajo.

Juan se sentía satisfecho y orgulloso a partes iguales de ver que su hermana se había corrido gracias a sus habilidades, aunque aquella noche no había terminado para él, Nadia lo obligó a limpiarle todos sus flujos con su lengua, y con tanta habilidad lo realizó que pronto arrancó otro orgasmo a su hermana, que para mitigar el grito que le salía de su garganta, agarró a su hermano por el pelo de la cabeza y casi se lo arranca.

A la mañana siguiente, Juan fue el último en bajar, pese a estar feliz por complacer a su hermana, tantas fueron las emociones que apenas pudo pegar un ojo, su aspecto pese a la ducha era el de un chico algo cansado, y su madre que estaba desayunando junto a su hija y a Ramón fue la primera en darse cuenta.

—Vaya por Dios, ¿pero se puede saber que le pasa a este cuerpo?

—Nada madre, buenos días a todos.

—¿Cómo que nada?,¡ a mi no me engañas, ¿qué te pasa Juan?

—Nada madre, de verdad se lo digo, no he podido dormir bien, pero nada.

Fue entonces cuando habló Nadia.

—Anoche le pegué mamá.

—¿Cómo? ¿Qué le pegaste?

Pepi en vez de pedirle explicaciones a su hija por haber pegado a su hermano,  lo que hizo fue pedírselas a éste.

—¿Juan qué pasa? ¿Qué hiciste para que te pegara tu hermana?

La jueza había dictado sentencia, no hubo ni preguntas, se dio por hecho que el culpable era el chico, no había más que hablar, así es Femdonia.

—Snif Snif… Juan estaba tan confundido con lo que pasó la noche anterior que ni siquiera se acordaba del palizón que le había dado su hermana, para él lo verdaderamente relevante fue el sexo oral que tuvo con ella, miraba alternativamente a su madre y a su hermana sin saber que decir.

Pepi no iba a tolerar eso, se levantó y le pegó a su hijo un bofetón que lo levantó en peso literalmente.

—DIME INMEDIATAMENTE QUE PASÓ JUAN, QUE TE MATO ESTA MAÑANA…— Mientras decía esto en un corto pero enérgico movimiento con su pierna derecha moviéndola de delante hacia atrás dejó su zapatilla en el suelo, y todos sabíamos que lo venía después.

—Mamá lo que pasó es que me llamó Claudia, pero ya le di yo una buena, no hace falta que le des más.

—Hiciste muy bien en darle, pero ahora le voy a dar yo, que soy su madre,  y te aseguro que éste va a aprender a contestarme cuando le pregunte.

El hecho de que no contestaran a Pepi a sus preguntas la enfadaba especialmente, lo consideraba una falta de respeto, aunque el pobre de su hijo no lo había hecho por eso, sino  por puro bloqueo mental, y bien que lo iba a pagar.

—Bájate los pantalones, y rápido, que hoy de desayuno vas a tener ZAPATILLA.

El pobre Juan se recostó sobre el brazo del sofá como su madre le ordenaba en su casa, y se dispuso a recibir la tunda, pudimos ver la zapatilla marcada de la noche anterior, su hermana le había dado una buena tunda, pero ahora iba a recibir otra y seguramente no menor, las marcas de la zapatilla se fueron refrescando sobre su piel, los alaridos, eran de auténtico dolor, tanto el culo como los muslos se fueron pintando de grana rápidamente…

—AUUUUUUUUUUUUU AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH NOOOOOOOOOOOO BUAAAAAAAAAAAAAAAAA AYYYYYYYYYYYYYYYYYYY, BUAAAAAAAAAAAAA, LO SIENTO MADRE, PERDON BUAAAAAAAAAAAAAAAA.

Me sentí un cobarde por no intentar parar aquella paliza, de hecho estuve a punto, me levanté para hacerlo, pero no me atreví, en realidad he de decir en mi descargo, que no intenté nada, porque pensé que aquello podría ser peor para el pobre chaval, así que moví un par de sillas para intentar llamar la atención de Pepi sin que se cabreara demasiado… No se si por ese motivo o sencillamente porque ella decidió parar el castigo, el caso es que cesaron los azotes, y cesó aquel ruido infernal, Juan fue mandado a fregar los cacharros del desayuno de todos nosotros, era la última parte del castigo, Nadia se subió a su habitación y yo acompañé a Pepi a nuestra habitación, donde sin pensármelo mucho le dije:

—El pobre Juan no gana para palizas…

—¿Y tú tienes algo que decir? Porque si es así, ya puedes empezar a hablar…

—No cariño, solo digo, que anoche le dieron una buena paliza, y tú ahora otra.

—Yo soy su madre, y le pego cuando le tengo que pegar, pensaba que eso ya lo tenías claro, pero veo que no, estoy ya un poco harta con esta tema, ¿lo sabes o no lo sabes?

—Perdóname cielo, mío, ya sabes que no me gusta meterme en la educación de tus hijos, y sería lo último que haría, sólo te digo que Juan es muy buen muchacho, y que…

—¡YA ESTÁ BIEN! Tú también quieres zapatilla, es eso ¿no? Pues la vas a tener, y te aseguro de que esta vez no te va a gustar nada… ¡¡¡Los pantalones… abajo!!!

Esta vez se quitó la zapatilla subiendo la pierna derecha de forma lateral, la cogió con la mano como un rayo y empezó a azotarme antes de que me pudiera bajar los pantalones del todo, PLASSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS

Supe desde el primer zapatillazo que la azotaina era de castigo, me daba con rabia, la anoche anterior también cobré de lo lindo, pero ahora era distinto, había dureza en todos y cada uno de los azotes, Pepi apretaba los dientes, y no paraba de masticar amenazas, cosas como TE VOY A DAR U NA QUE TE VAS A ACOR DAR, MIEN TRAS VI  VAS, cada silaba se correspondía con un zapatillazo TE VOY A QUI TAR LAS GA NAS DE ME TER TE DON DE NO TE LLA MAN, PLASSSSSSSS PLASSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSSSS PLASSSSSSSSSS.

Me dio hasta que se hartó, me estuvo pegando hasta que tuvo ganas, se quedó super relajada tanto ella como yo, aunque yo la verdad bastante más dolorido , además esta vez no hubo crema reparadora como la anoche anterior, ya dije que aquello era un verdadero castigo.

Cinco minutos más tarde nos subíamos los cuatro al autobús urbano que pasaba junto a la casa, afortunadamente íbamos solos , ellas sentadas, nosotros de pie, el conductor miraba extrañado por el espejo retrovisor la escena, ellas reían divertidas, nosotros finalmente también lo hicimos, al fin y al cabo, aunque doloridos estábamos felices, aunque eso sí, de pie.

 

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