ESCLAVO DE MI SUEGRA
Hola, me llamo José y llevo 28 años casado con Aurora que me ha hecho a lo largo de estos años muchas perrerías. La historia que le voy a relatar es verídica.
En su momento me hizo firmar el contrato de cornudo sin rechistar, porque me amenazó con enseñar, unas fotos que me sacó desnudo a mis padres, a mis suegros y ponerlas en Internet al alcance de todo el mundo, yo siempre creí que era una diversión para hacer más emocionante la relación.
Los dos trabajamos pero yo llego antes que ella. Sus ordenes son que en cuanto llegue a casa me desnude y la espere en el tendedero, desnudo y con los brazos en cruz, no sé cómo se las arregla pero si me canso y bajo los brazos, ella cuando viene lo sabe y castigo al canto. Ahora que he espabilado creo que está compinchada con alguna vecina que me debe ver con unos prismáticos y le avisa al móvil, qué vergüenza me da que me vea la vecina en cueros. ¿Qué pensará la vecina de mi? Sus castigos son terribles porque me pone a cuatro patas en la cama y con el cinturón de sus vaqueros, que tiene una hebilla tremenda, me da veinticinco azotes en cada carrillo, dejándome el culo con moratones. Tengo que comer en el suelo como si fuera un perro y cuando tengo que hacer mis necesidades o ducharme, tengo que pedirle permiso y ella está delante. Para hacer la comida y la cena me pone un delantal y tengo que tener el culo al aire.
El contrato me ha hecho firmarlo por 5 años y ella hizo un anexo en el que tengo que tener abstinencia total en ese periodo, si me masturbarme o eyacular, el periodo se prolongará un año más por cada vez que me vea, luego quedaré libre.
Delante de ella tengo que tener el pene hacia abajo, porque así me lo ha ordenado, si no me zurra. Al principio me excitaba, pero ahora he cogido miedo y casi no se me empina delante de ella. Yo siempre pensé que para ella esto eran juegos eróticos, pues ya llevábamos muchos años casados, y que lo hacíamos para salir del aburrimiento, pero como se iba todas las tardes y me dejaba en casa limpiando, me empecé a mosquear y penar en la posibilidad de que no fuera un juego. Para quedarme tranquilo, un día en la hora del desayuno me dirigí a una agencia de detectives privados y encargué que la vigilaran.
La putada mayor que me ha hecho hasta ahora fue que me dejó una tarde limpiando de rodillas el parquet de toda la casa, exigiéndome que en tres horas estuviera toda la casa lista. Me puso unos cascos grandes para oír música y me obligó a tenerlos puestos toda la tarde. Habría pasado como una hora cuando noté una sombra a mi espalda y me encontré sentadas en el sofá a mi mujer y a mi suegra, con los cascos no les había oído llegar.
Mi suegra estaba tronchándose de risa viéndome en pelotas. Yo que soy tan tímido, me puse colorado como un tomate. Mi mujer me dijo que me ofreciera a mi suegra para todo lo que ella necesitara, que a partir de ese momento también era su esclavo. Mi suegra me sobó durante un buen rato delante de mi mujer y le preguntó si me habían desvirgado el culo, ella contestó que no y fue a la cocina a por un pepino y una zanahoria. Me sobó y desvirgó, no pude más y me corrí. El castigo fue salir desnudo a la escalera y decir en caso que me pillaran que estaba limpiando la puerta y se había cerrado quedándome desnudo fuera. Ellas salieron conmigo y me obligaron a bajar y subir corriendo tres plantas, me tuvieron más de quince minutos corriendo, y una de las veces cuando bajaba oí que salía una señora de su piso y que me iba a ver, entonces en vez de bajar subí a mi casa y como no superé la prueba me cayó un castigo terrible.
Lo decidió mi suegra y fue pelarme el pene y el culo. Durante una hora con dos maquinillas y dos tijeras me dejaron como a un niño recién nacido. Mi suegra le pidió a mi mujer que yo fuese a limpiar cuatro horas a su casa los martes y los viernes. Ella accedió y mi suegra hizo el negocio de su vida, pues yo tenía que pagar 60 euros por cada polvo que echara a alguna de sus amigas o vecinas (y ella no le diría nada a mi mujer) y ellas pagaban 40 euros porque yo las follase. En total mi suegra se embolsaba 3200 euros cada mes. Mi sueldo íntegro para mi suegra durante toda mi vida. Se compró una máquina de fotos digital. ¡Ella que no había hecho una fotografía en su vida! me sacó en todas las posturas posibles para tenerme bien cogido. Antes de empezar la sesión con sus vecinas y amigas, siempre me humillaba metiéndome cualquier instrumento por el culo, diciéndome que lo tengo que tener preparado para cuando tenga que tener relaciones con hombres, cosa que dice que va a suceder muy pronto.
Una mañana se presentó el detective en mi oficina y me entregó el informe de sus pesquisas, unas fotos y un vídeo. Cuando me quedé solo viendo las pruebas, vi que era un SUPERCORNUDO y además esclavizado. Todo lo que voy a relatar desde este momento es sacado del informe del detective y de la visualización de los demás documentos.
Antes de empezar, – luego sabrán por qué – les diré que en las reuniones familiares yo ya lo había notado, que mi cuñado Pepe siempre intentaba rozarle a mi mujer las tetas o el culo en los momentos de las fotografías y siempre salía cogiéndole el hombro y muy cerca de ella. Yo celoso, intentaba hacer lo mismo con mi cuñada Ana, pero ella se hacía la estrecha y procuraba ponerse lejos de mi.
El detective había seguido a mi mujer por las tardes y había descubierto que iba a uno de los hoteles que hay en en la plaza de Neptuno en Madrid, unas dos veces por semana. Consiguió hacerse amigo y comprar a uno de los empleados. Se enteró que mi mujer se reunía en una suite con varios ejecutivos japoneses. Por las fichas de recepción sabía que eran ejecutivos de empresas y bancos japoneses que venían a sus negocios en España, cada semana los hombres eran diferentes. Las fotos robadas en la suite con una cámara escondida en la habitación mostraban a mi mujer enseñando el culo con un picardías como única prenda. Por fin quedaba demostrado que era un gran cornudo. Lo más chocante del vídeo era que aparecía también mi cuñada “la estrecha” con otro picardías enseñando también las nalgas.
En el vídeo se veía a las dos mujeres subidas a dos aparatos desmontables parecidos a potros de tortura donde las mujeres quedaban de espaldas mirando hacia abajo con las piernas separadas y los viejos japoneses podían acceder a ellas por detrás sin dificultad. Los tres nipones con sus pollas pequeñas se iban intercambiando para metérsela a las dos mujeres, que chillaban y se retorcían de gusto, mientras otro japonés iba sacando un vídeo de lo que estaba pasando.
Las fotos del detective eran de mi mujer follando con mi cuñado Pepe en el apartamento que éste tenía en la sierra. Por eso siempre me decía cuando nos veíamos y después de habernos tomado unas copas, José qué buenas están nuestras mujeres.
Esta es mi historia.
Fuente: Carta de un lector remitida a Tacones Altos.