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EL FLOGGER

El flogger es una de las primeras herramientas con las que practiqué, que toqué y emplearon sobre mi. También una de mis herramientas favoritas y a la que soy adicta plenamente. Aún siento el primer azote en mi piel como si fuera ayer.

La primera vez que me azotaron con él fue en la que se tomó esta fotografía, realmente fue algo muy cómico ya que fui al trabajo estando enferma e incluso tenía el temor de que podía llegar a vaciar el estómago al primer golpe, no por miedo sino por mí malestar físico, pero después del primer azote todo mi malestar cesó por completo, fue reemplazado por el calor y la euforia.

Aquel día también me di cuenta del tipo de sumisa que era en cierta forma aunque aún no sabía cómo etiquetarme, hasta que manteniendo una conversación con un Amo llamado Nexus descubrí que era una brat, una sumisa rebelde.

No obedecía, exigía que me azotaran dado a que necesitábamos más potencia para dejar las marcas en mi piel y que se reflejarán en la imagen. Una sesión fotográfica no es como una doma o como cuando practicas el BDSM en la intimidad con tu pareja. En una sesión fotográfica no hay alivio, no hay mimos, no hay tacto, es todo más rudo y directo, incluso recibes más azotes y en el mismo sitio para que se pueda captar todo detalle con la cámara. Se que es algo un poco fuerte, pero gracias a eso descubrí mi aguante al dolor, descubrí el dolor/placer y lo que me excitaba de verdad.

Cuando pararon de azotarme sentí lastima quería más, escocía como mil demonios ya que recibí entre cuarenta y cincuenta azotes en el mismo sitio por primera vez, por supuesto no me tocaron para aliviar solo soplaron encima para provocar aunque fuera un poco de paz en mi piel y aparte para subir la tonalidad del color. Durante los azotes no sentí dolor, solo un leve picor a pesar de la fuerza que estaban empleando sobre mi y un hormigueo en mi piel, luego sentí escozor y cuando dicho escozor cesó, solo quedó el calor, ese sentimiento de querer más y con más potencia. Lo necesitaba. En cada toma realizada me volvían a azotar en la espalda o en la pierna para que mi rostro reflejara el placer verídico y realmente funcionó.

Esa sesión fue la menos simulada y más realista también fue diferente que en las demás, contando que la realicé con Sergi Delgado que es un fotógrafo que ya había echo algunas sesiones para algunas revistas especializadas en este campo y al cual enseñaron a ejercer diferentes técnicas.

Después de esa sesión fotográfica deseaba y anhelaba el poder practicarlo de forma íntima o de realizar la siguiente sesión de nuevo con esa herramienta, no podía dejar de pensar en el tacto del cuero sobre mi piel, el hormigueo en cada zona, en el escozor que se veía sustituido por calor… En mi piel de gallina, en la excitación que se acumula entre mis piernas, en la necesidad de entrecerrar los ojos mientras siento ese dolor/placer tan intenso, el sonido del flogger cortando el aire y haciendo contacto contra mi piel expuesta, mis gemidos retenidos, mi respiración entrecortada, mi voz que es como un suspiro, la necesidad, el ansia de volver a sentirlo sobre mi…

Son sensaciones únicas, indescriptibles, confusas… Dan vida.

 

 

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