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EL BDSM COMO TERAPIA

Siempre he creido que las personas, aunque seamos adultxs, necesitamos seguir jugando y divirtiéndonos porque, al fin y al cabo, seguimos siendo niñxs toda la Vida. Lo que ocurre es que el patio de recreo cambia, y, en vez de jugar en los parques o en el recreo, el lugar de esparcimiento pasa a ser el dormitorio o, en otros casos, la mazmorra.

Crear otro personaje en el que nos convertiremos ya solo con cambiarnos el nombre, estar en otro escenario o convertir nuestro dormitorio en una sala de incertidumbre y salir de nuestra zona de confort intercambiando roles, puede ser algo no sólo lúdico y
excitante, sino también terapéutico.

Como Terapeuta Transpersonal especializada en Sexualidad, he atendido a bastantes parejas con problemas sexuales a las que, después de escuchar juntxs y por separado, les he recomendado explorar el mundo del BDSM, sobre todo para, a través del juego y del cambio de roles, conseguir una comunicación, una confianza y una complicidad que, de otro modo, no se llegaría al nivel que se alcanza con esta
práctica.

Por ejemplo. Imaginaos una pareja en la cual, fuera de la cama, el hombre es quien controla todo o la mayor parte de las cosas, toma decisiones muchas veces unilaterales y carga con un alto grado de responsabilidad. En este caso, el convertirse en sumiso por una tarde, el experimentar ese “dejar el control” en las manos de otra persona y, simplemente, disfrutar, puede ser muy enriquecedor, a la vez que un
aprendizaje de humildad y obediencia que, de otro modo, no sería posible. Al mismo tiempo, la persona que en esa pareja ejerce normalmente el rol de sumiso o complaciente en el día a día, se vería con el poder de tener que tomar decisiones y dirigir el acto hacia el placer, pero pasando por la responsabilidad que eso conlleva.

Otra de las utilidades del BDSM es el de dar un espacio para el castigo. Me explico. Casi todxs nosotrxs, por no decir todxs, tenemos en nuestro subconsciente la idea cristiana del pecado y el castigo y, por muy ateos que seamos en nuestro consciente (que es sólo el 5% de nuestra mente, y he puesto mucho porque hay quien asegura que el 3%), ahí detrás sigue prevaleciendo. Este concepto alojada en la memoria colectiva da lugar, en psicología, a lo que llamamos “el saboteador interno”, es decir, a esa figura que no identificamos pero que se transforma en pensamientos de culpa y autosabotaje que, en el día a día, se manifiesta como una necesidad de que salgan mal las cosas, un autocastigo porque “soy malx y no me lo merezco”. Si utilizamos el BDSM como ese espacio en el cual podemos ser castigadxs, humilladxs y, por tanto, luego perdonadxs, ese autosabotaje en la Vida real disminuye, e incluso desaparece.

Por mi experiencia puedo deciros que, casi en la totalidad de los casos ha funcionado ya desde la primera sesión que han experimentado, ya que, la mejor manera de aprender para el ser humano, desde niñxs, es a través del juego…así que dejemos la teoría y los libros para tenerlos sobre las manos y con los brazos en cruz 😉

 

Autora: Cris, de Disfrutamosjuntxs.

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