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DUEÑA

Allí estaba yo, descendiendo los escalones que me transportaban a las fantasías más obscuras y perversas de mi mente, aquellas que sin saber cómo ni porqué, consiguen que mi yo se transforme, que mi creatividad, independencia, libertad y rebeldía se desconecten, se apaguen, como la luz que al tocar el interruptor deja de lucir.

Al postrarme a sus pies, al sentir su presencia, su fuerza y esa mirada que inquieta todo mi ser, mi cuerpo se relaja y descarga toda la tensión del momento, y esa descarga convierte mis convulsos pensamientos en tranquilidad y paz, porque sé, que a partir de ese momento ya no seré yo, tan solo seré lo que usted me ordene que sea y es que a partir de ese momento solo es usted quien piensa, quien decide, quien manda, y esa sensación de desarraigo hacia mi
mundo es la semilla que al crecer en el suyo, logra que consiga finalmente el fruto anhelado, la sensación de sentirme pleno, dichoso y afortunado de pertenecerle.
Ese apego de mi mente a mi mundo al desaparecer de mí me convierten solo en obediencia y sumisión, una entidad más de su colección, en la perenne humillación de sus caprichos, en un ser sin voluntad, en un ser que para sentir necesita de sus deseos, de sus caprichos, de sus humillaciones, de sus palabras, de sus manos, de sus ojos, en una palabra, de usted.

 

Autor: Franc de Kass

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