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CASTIGADA POR MI MISMA

Mi Amo suele ausentarse con frecuencia de la ciudad por motivos de negocios. Normalmente me llama muy a menudo para controlarme y también tiene un amigo al que le da vía libre conmigo para que me castigue cuando él no está, eso sí, siempre bajo sus indicaciones. Nunca le miento cuando me llama porque no quiero que me castigue por mentirosa.

Bajo ningún concepto puedo recibir visitas en casa, ni siquiera de mi familia, mientras él no está. Pero no puedo evitar la visita de mi hermana, ella siempre viene cuando él se va y si ella supiera que me castiga siempre tras su visita, no vendría.

Cuando más tarde mi Amo me llamó, le tuve que contar la verdad sobre la visita de mi hermana ese día y me ordenó…

-Ve al cuarto y trae la maleta de los juguetes. Después pon el altavoz del teléfono.

Obedecí sus órdenes y tras venir del dormitorio, activé el manos libres del teléfono.

-Ponte la mordaza de bola en la boca.

Así lo hice e intenté hablar para que supiera que había obedecido sus órdenes.

-Ponte las pinzas en los pezones.

Me puse primero una en el pezón derecho y luego otra en el izquierdo.

-Ahora coge el consolador más grande, apóyalo en el brazo de la silla y siéntate encima de él, pero por el culo.

El consolador es demasiado grande para mí y me hizo daño al apoyarlo sobre el brazo de la silla y poner todo mi peso sobre él para que se introdujera por completo en mi culo. Mi Amo se dio cuenta por los sonidos de mis gritos apagados de que la orden había sido obedecida.

-Ahora me voy a ir a comer. Quiero que permanezcas sentada sobre el brazo del sillón hasta que yo vuelva a llamarte y no quiero que tus pies toquen el suelo, que todo tu cuerpo descanse sobre tu culo.

Oí cómo colgaba el teléfono. Sé que mi Amo no es de los que se dan prisa en comer y yo sabía que el dolor en mi culo se iba a hacer eterno. Intenté acomodarme un poco en mi forzada postura para intentar que me doliera lo menos posible, pero no lo conseguí. Intentaba sostenerme sobre los muslos, pero era imposible, cuanto más me movía, más dolor sentía. Las lágrimas rodaban por mi rostro, cuando de nuevo sonó el teléfono.

-Puedes quitarte el consolador del culo, perrita.

Me alcé y me lo quité rápidamente. Nada más aliviarse el dolor que me producía el consolador, sentí cómo crecía el dolor de mis pezones pinzados.

-Puedes quitarte las pinzas de los pezones.

Lancé un sonoro gemido, perfectamente audible a través del teléfono y pude oir cómo él se reía, cuando retiré las pinzas.

-Ahora saca el látigo y date veinte azotes en cada pecho.

Saqué el látigo corto y empecé a castigar mi pecho derecho. 01
Las trallas del látigo hicieron enrojecer con rapidez la punta de mi pezón y yo lloré a través de la bola de la mordaza. Después de los veinte azotes, cambié de pecho y comencé a azotar el izquierdo. El dolor era intenso y yo me encogía como un niño.

-Ahora ponte diez pinzas de la ropa en el coño, después coges el plug anal, el más gordo, el que nunca has podido ponerte. Sólo tendrás una oportunidad para metértelo en el culo, si no lo consigues a la primera, llamaré a mi amigo para que te lo ponga.

Aquello me asustó. Su amigo no era precisamente un hombre agradable y delicado y no quería para nada verlo. Unté mi ano con vaselina y humedecí el plug con ella en todo su grosor. Me agaché, tomé aire y de un empujón firme, conseguí introducírmelo completamente, sentándome sobre él en una silla. El grito que di se oyó perfectamente a través de mi mordaza.

-Sigue sentada en él mientras sacas la palmeta de cuero, la ancha. Ahora date cincuenta palmetazos, tan fuertes como puedas y cuéntalos. Si yo creo que no estás dándote tan fuerte como sé que eres capaz, no daré esos azotes por válidos y añadiré otro a la cuenta.

Cuando por fin terminé de azotar mis nalgas, me había dado el doble de azotes y me dolía muchísimo el brazo y mi culo me ardía, lleno de tonalidades violáceas.

-Bien, ahora enciende una vela y deja caer la cera sobre tu culo.

Los gritos se escapaban y mi culo quemaba como nunca, casi completamente oculto tras la lluvia de cera. Las lágrimas no dejaban de caer por mi rostro. Después me ordenó que me quitara las pinzas de mi coño y que dejara caer la cera sobre mis pobres tetas, ya sobradamente doloridas.

El dolor me hizo ver destellos y casi caí rendida al suelo. Los sonidos que en ese momento escuchaba mi Amo a través del teléfono, le hicieron ordenarme que me quitara la mordaza y que le contara qué estaba ocurriendo. Cuando se lo expliqué y le conté que me había mareado y que había estado a punto de caerme al suelo, él colgó el teléfono y llamó a su amigo.

Llamaron y me encontré con el amigo de mi Amo en la puerta, telefoneé a mi Dueño para comunicarle que ya había llegado. Mi Amo le dijo que me volviera a poner el consolador grande en el coño, el plug grueso en mi ano, me atara y llenara todo mi cuerpo de cera mientras tenía dentro de mi cuerpo los terribles aparatos.

Mi Amo me dijo que llegaría a casa al día siguiente para disfrutar de mi placer y que él terminaría el castigo cuando llegara a casa. Entonces le dijo a su amigo que me dejara allí tumbada en el suelo una vez que hubiera terminado y que se marchara a casa, dejándome tirada, penetrada y dolorida durante toda la noche.

Dieciocho horas de gritos, dolor e incomodidad que se hicieron interminables, hasta que por fin mi Amo llegó para seguir castigándome.

 

Comentarios

  • DELTORO BRACULA
    27/06/2017

    muy buena la istoria, lo bueno ubiera sido saber ke te izo tu amo despues de llegar

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