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CARLO, UN ILUSTRE ILUSTRADOR S/M DESCONOCIDO

Desde hace ya más de medio siglo, Carlo es reconocido como uno de los más grandes ilustradores que haya dado el universo sadomasoquista; pero, a pesar de esta posición aventajada en el panteón de los ídolos del S/M, es bien poco, prácticamente nada, lo que sabemos de él y, por ello, más que información sobre Carlo, tanto el Carlo autor como el Carlo persona, lo que nos han dado las sucesivas reediciones de su obra ha sido una información sobre su entorno, sobre el momento de la literatura sadomasoquista que le ve aparecer y que propicia su eclosión.

Y me temo que, una vez más, este artículo sobre nuestro Carlo deberá también limitarse a ser una aproximación a su figura a través de la obra y a través del momento del S/M literario y artístico. Es la triste normalidad con la que nos encontramos quienes, por querer historiar los temas del erotismo a lo largo de los tiempos, nos topamos con el muro del anonimato, empleado por los creadores de todas las épocas con el fin de escapar a las iras de censores y demás “bienpensantes” y evitar así ser señalados con el dedo colectivo del oprobio. Y es que,  en la bibliografía erótica, la letra A, de Anónimo, es la que más citas contiene.  Desgraciadamente.

Así pues, deberemos contentarnos con catar el caldo de cultivo que vio nacer y crecer a este anónimo Carlo. ¡Y por cierto que era un rico caldo de cultivo el que se daba en Francia en el primer tercio de este siglo!

 

 

Efectivamente, en los años que van, más o menos, de 1905 a 1939 (la Segunda Guerra Mundial acabó con esto, como con tantas cosas buenas de la vida), Francia ve nacer toda una rama de la literatura erótica que tiene como base y norte las prácticas sadomasoquistas; una pléyade de pequeñas editoriales, que ponen en el mercado docenas de colecciones para disfrute de los aficionados.

Pero, como aquí hemos venido a hablar de Carlo y no de literatura erótica, facción sadomasoquista, de la Francia de principios de siglo, nos limitaremos  a  tratar de las tres editoriales que, más directamente, influyeron en la aparición del gran ilustrador y en su desarrollo posterior.

La primera de estas editoriales, auténtica pionera del género y, por tanto, precursora del arte en que el que iba a destacar Carlo, fue la Sélect-Bibliothèque (Biblioteca selecta); en la misma, a lo largo de unas tres décadas, un centenar de obras fue nutriendo su fondo editorial, un fondo que conoce diversas reediciones, a medida que los títulos se van agotando, y que es vendido, sobre toso, por correspondencia, gracias a los anuncios que aparecen en la prensa galante, siempre tan viva en Francia.

 

 

 

Las obras (que, como en el resto de las colecciones, adoptarán diversos estilos literarios, incluyendo desde las novelas supuestamente vividas a las claramente ficticias, sin desdeñar los pseudoensayos históricos, geográficos o sociológicos) van, en esta Sélect-Bibliothjèque, casi siempre firmadas por unos tales Don Brennus Alera y Bernard Valonnes y, como era habitual en la época, cuentan con ilustraciones “fuera de texto”; que, en la mayoría de los casos, se debían a la pluma de un tal Esbey, artista que nos presenta a altaneras mujeres encorsetadas, realizadas con trazos bastante rígidos.

Por cierto, el hecho de que Esbey sea un vocablo formado por las letras iniciales del nombre de la colección, así como la casi totalidad hegemonía del ilustrador y de los dos autores antes citados, han llevada a algún estudioso a suponer que, como ocurría más tarde con Willie y su Bizarre, la Sélect-Bibliothèque sea obra de un solo personaje, a la vez editor, narrador e ilustrador, que habría empleado como seudónimos (los malditos seudónimos que tanto molestan la labor del investigador) los nombres ya citados.

 

 

La segunda de las editoriales que marcarían la llegada de Carlo a la escena muestra ya obras de una mejor presentación formal, a diferencia de las de Sélect-Bibliothèque, que fueron siempre humildes obritas de bajo precio. El artífice de este segundo esfuerzo de publicación sadomasoquista es ell editor Jean Fort, quien crea diversas colecciones, tales como Aux Galante Psse-Temps (Los galantes pasatiempos) o la Collection des Orties Blanches (Colección de ortigas blancas).

Son obras, ya se ha dicho, más cuidadas en lo formal y que, si bien en un principio tendrían una notable dedicación por el tema de la esclavitud, tras la Primera Guerra Mundial (por rechazo, quizá, a la esclavitud real y por la guerra que le hace a esta práctica la Sociedad de Naciones), cambiarían de rumbo y se aplicarían en cantar las alabanzas de la fessée (azotaina), los enemas, las humillaciones…parecía como si abandonasen los temas reales como la vida misma (en esta época, aún había esclavos en África y en los países árabes) para emplearse en temas más intimistas, más del sadomasoquismo diario de la vida privada…

Naturalmente, según la moda de la época, también éstas son obras ilustradas y, entre los autores que dan vida a esas escenas de la imaginación sadomasoquista, hallamos a Fontana, Herrouard, Jim Black o León Pierre; aunque quizá el que más destaque, en la cuadra de artistas de Jean Fort, sea Louis Malteste.

Y, así, tras estos dos precedentes, que, de alguna manera, prepararon el camino para la aparición del gran Carlo, llegamos al tercer esfuerzo de edición, que se iba a distinguir oír la cantidad de títulos de empresa bajo los que iba  a presentar sus obras: Librairie Franco-Anglaise (Librería francoingklesa) Amateur-Bibliophile (Aficionado Bibliófilo), Edition Parisienne (Edición parisina), Librairie Artistique (Librería artística), Librairie des editions modernes (Librería de las ediciones modernas), Librairie Artistique et du Fin de Siècle (Librería artística y del fin de siglo), y Librairie Artistique et Edition Parisienne réunies (Librería Artística y edición parisina reunidas) son algunos de estos nombres. Tanta variedad, aunque se vería acompañada por una no menos variedad en presentaciones, formatos y precios, mostraba a las claras que el deseo del editor era llegar a los públicos más diversos, al sector más amplio posible de la afición.

 

 

Es, en estas colecciones y, exactamente, en una variante de la última citada, la Librairie Artistiquye et Parisisiennse réunies, donde aparecerá la mayor parte de las obras que ilustraría Carlo. Son obras editadas entre 1930 y 1939, con un total aproximado de unos 300 dibujos del autor que nos ocupa. Una obra esta que, de inmediato, destacó por encima de la de los otros artistas de la casa: León Roze, G. Smit (ambos habían trabajado también para las colecciones de Jean Fort), el desigual G. Hirlemann (que, a pesar de sus altibajos artísticos, fue quien más material le ilustró a esta editorial), René Giffey, Maurice Milliére y, sobresaliendo especialmente por su empleo del color, Topfer.

Destacaría, pues, y conocería una gran difusión, cosa no muy habitual en una literatura marginal como es la del S/M. De este modo, en 1937, John Willie descubre la obra de Carlo… ¡en Australia! La descubre e, inmediatamente, se pone a copiarla, siendo éste el inicio de su carrera como dibujante y quién sabe si como sadomasoquista emérito. Influenciaría también la obra de Carlo a otros grandes dibujantes del sadomasoquismo yanqui y, así, hemos visto ideas tomadas de Carlo (y, a veces, ilustraciones casi calcadas) en obras de Eneg, de Stanton, de Ward…

Quizá el motivo de esta difusión, de esta popularidad de Carlo (no solo entre los simples aficionados, sino, lo que es mucho más difícil, entre los profesionales) haya que ir a buscarla en su habitual tocar el suelo con los pies. En efecto, a excepción de alguna obra, en la que se deja llevar más por la imaginación, por los ensueños del amante del S/M (caso novela Esclavage, Esclavitud), la absoluta mayoría de los dibujos de Carlo nos ilustran prácticas verosímiles, realistas y realizables.

Carlo no es dado, como otros ilustradores del género, a delirios de la imaginación, claramente imposibles de llevar a la práctica; sus ataduras respetan siempre el juego de las articulaciones de los cuerpos y los equilibrios, aunque inestables, tienen siempre en cuenta la ley de la gravedad.

 

 

 

Junto a esa búsqueda de realismo, Carlo respeta también las convenciones, los tabús del momento; es por esto que jamás veremos desgarros en las carnes y nunca brotará  la gota de sangre que podría atraer a los sabuesos censores.

¿Sumisión o la censura, o deseo de no salirse de la realidad? ¿Interés de auténtico aficionado, o por respeto por la anatomía? No lo sabemos, pero lo cierto es que el interesado, cuando ve un dibujo de Carlo, halla en él una credibilidad que, de algún modo, le hace pensar que el artista es otro aficionado, un aficionado que sabe mucho del tema…

Ya lo ven, cuatro datos, más de su entorno que de él mismo, unas pocas conjeturas… en fin, esto es todo lo que se puede decir de Carlo. Estoy y, quizá para terminar, citar la suposición, adelantada por el experto francés Robert Mérodack, de que Carlo fuese en realidad el seudónimo del artista que firmaba Charléno en una de las revistas galantes de entreguerras: Humour.

Quizá… En cualquier caso, no sería sino una curiosidad, pues, aunque los trazos sean parecidos, nada tienen que ver las temáticas. Al humor de sal gruesa de Charléno, preferimos la narración sadomasoquista de Carlo.

Uno de los grandes ilustradores de la Historia del S/M; de quien ya lo ven, casi nada sabemos.

 

 

 

Es tremenda la influencia que Carlo ha tenido sobre la mayor parte de los ilustradores del sadomasoquismo. Los grandes nombres de género: Willie, Jim, Stanto, Eneg, Ward, todos han bebido en las fuentes del artista francés; algunos de ellos, de modo descarado, plagiando prácticamente dibujos del precursor. Lo podemos ver aquí abajo, comparando estos dibujos de Jim, de Stanton y de Ward con los de Carlo que les sirvieron de “inspiración”. Huelgan más comentarios.

 

 

 

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